Fénix 47, 85-105

–88– F énix n ° 47 / 2019 historietas. No en vano, en 1956, el librero Juan Mejía Baca dijo que el peruano leía sobre todo historietas, revistas infantiles y novelitas rosa; y afirmaba que la idea que el peruano no leía era falsa, pues sí lo hacía; el problema consistía en conocer qué leía. Al respecto, la revista Extra publicó una portada con el título «La batalla del libro la ganan las historietas» parodiando la situación: ¿Qué extraños y maravillosos volúmenes concitan la admiración y el interés de toda esta gente? ¿Se trata de textos antiquísimos, lujosas ediciones principescas, tratados profundos de filosofía e historia? Nada de eso, este público silencioso hojea las historietas y revistas de novela rosa por entrega de un puesto de periódicos que tiene más movimiento que la librería mejor montada de Lima ( Extra , 1956, p. 2). Las historietas fueron tan populares en la época que incluso diarios y revistas como La Prensa, Caretas, Extra y Última Hora empezaron a cuestionar su influencia en los niños debido a que los padres compraban masivamente estas revistas de historietas junto con el periódico casi de forma cotidiana. La Prensa criticó estas revistas cómicas porque atentaban contra la integridad moral de los niños; por la época, la Asociación Nacional de Artistas y Escritores manifestó que se importaba una gran cantidad de his- torietas desde México, Chile, España y Argentina, lo cual estaba en concordancia con el desarrollo de las industrias del cómic en Latinoamérica en la década del cincuenta, una «edad de oro» que las llevó a expandirse a otros mercados como el peruano (Cata- lá, Drinot y Scorer, 2017, p. 8). La opinión de los quiosqueros y canillitas es relevante, porque ellos afirmaron que parte de su venta diaria consistía en el comercio de histo- rietas y, de hecho, la alta demanda condicionó la venta de revistas usadas en la puer- tas de los colegios, cines y plazas, y es conocido también que apareció el alquiler de historietas para la lectura momentánea. La literatura también nos puede acercar a este mundo inundando de historietas: Julio Ramón Ribeyro (2009), quién nació en 1929 y, por ende, vio el consumo masivo de historietas en los años cuarenta y cincuenta, describió en su cuento «Juegos de infancia», cómo los jóvenes clasemedieros de Lince gastaban el tiempo leyendo tiras cómicas (p. 41), y Enrique Congrains (1954), en «El niño de junto al cielo» , retrató cómo los protagonistas Pedro y Esteban consideraban que la venta de «chistes» usados en la plaza San Martín era un negocio rentable. La discusión sobre el consumo de historietas que se generó en la prensa evidencia la gran aceptación de este artefacto cultural por parte de los lectores limeños. La Prensa y Última Hora propusieron que se impidiera la importación de ese tipo de publicaciones y manifestaron la necesidad de fomentar una literatura sana e infantil. 4 El hecho que am- bos periódicos criticaran el éxito de estas revistas especializadas se debió a que las veían 4 Última Hora , 11 de octubre de 1956. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.47, 2019

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