Fénix 47, 9-29

–11– B iblioteca nacional del perú Figura 1: Sello de tinta dado por Orbegoso, en 1836, para la Biblioteca Pública de Lima. Ahora bien, estos sellos de tinta o de fuego eran, como siguen siendo hoy en las bibliotecas, las marcas de propiedad que buscaban evitar la pérdida de los libros y también ayudaban a reconocerlos para recuperarlos. Es conocido el rezo aplicado en las bibliotecas de Europa, y dado por bula, que excomulgaba a quienes sustrajeran indebidamente los libros. En América también se aplicó, como lo ha demostrado para México Elvia Carreño, identificando los diferentes ex libris que se encuentran en las bibliotecas de Santa María Nativitas, San Francisco, Palafox, Carmelitas de los Descal- zos, San Miguel de Chapultepec y otros. Entre las formas de seguridad y protección, las marcas de fuego fueron una «con- tribución que México da a la historia universal de las bibliotecas…» (Carreño, 2015, p. 99). Según Rafael Sala «empezaron a usarse en el siglo XVII […] eran hechas en hierro o en bronce que calentaban para aplicarlos en los cortes del libro» (citado en Carreño, 2015, pp. 38-39). En el Perú también se utilizó el marcaje por parte de las órdenes reli- giosas. La Biblioteca Nacional del Perú no fue la excepción, así los ejemplares comen- zaron a evidenciar su pertenencia. Elvia Carreño nos explica la razón de su uso: «El uso constante de la marca de fuego trajo como consecuencia que se volviera un elemento más en el libro, la cual, por ser indeleble, garantizaba su integridad y presencia en el acervo» (2015, p. 105). Además, señala sus características: . Ser un distintivo inmediato de identificación. . Ser un elemento propagandístico. . Encerrar en una pequeña superficie o excepción al carisma, la doctrina y principios del poseedor. . Ser la única marca de propiedad que tendrá el libro de por vida. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.47, 2019

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