Fénix 48, 129-147
138 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 vueltos (Huerto, 2006). Mas, terminada la guerra y tras la firma del Tratado de Ancón en 1883, el presidente Iglesias encargaría al escritor Ricardo Palma la reorganización de la Biblioteca Nacional del Perú. De esta forma, el ilustre autor de las Tradiciones peruanas se ganaría el apelativo de Bibliotecario Mendigo , por solicitar de país en país donaciones para la recuperación de esta magna institución. Comprueba Palma que de 56000 volúmenes apenas existían 738. Que no había ma- nuscrito alguno, que la estantería de cedro había sido destruida completamente, y que sillas, escritorios, objetos de arte, ya no estaban en los ambientes de la Biblioteca. Lo mismo respecto a los andamios, óleos de personajes famosos en vez de libros albergaban caballos y las obras que no fueron enviadas a Chile se habían estado utilizando como papel moneda a cambio de alimentos o bebidas en las encomenderías, donde a su vez se usaban las hojas para envolver los productos sin escrúpulo (Padró y Tamayo, 1991, p. 25). La nueva biblioteca, o segunda biblioteca como lo expresan Padró y Tamayo (1991), fue inaugurada en las fiestas de 1884 por la conmemoración de la indepen- dencia. Para ese entonces, Ricardo Palma, con ayuda de las donaciones extranjeras y nacionales, logró recuperar veinte mil volúmenes, fondo bibliográfico que continuó incrementando a lo largo de su gestión como director de la Biblioteca Nacional del Perú. El despegue de la promoción del libro y la lectura El siglo XX representa el inició de una etapa con mayor esperanza para el desarrollo de la cultura escrita. Así, en los primeros años surgen publicaciones científicas y tecno- lógicas, aparecen nuevas librerías con libros importados de Europa, especialmente de Francia, y el sector editorial logra un mayor avance. La fuerza que impulsó esta auspi- ciosa etapa caracterizada por una mayor producción de libros a nivel nacional fue, sin lugar a dudas, el movimiento indigenista. En provincias, se desarrollarían pequeñas editoriales como: Orkopata en Puno, Resurgimiento en Cusco, La Bohemia Andina en Arequipa y el Grupo Bohemia en Trujillo (Sánchez, 1978). En la capital, el caso más sobresaliente se daría en 1925 con la aparición de la editorial Minerva de José Carlos Mariátegui, la que daría origen a publicaciones como la revista Amauta (1926-1930) y al periódico Labor (1928-1929). La revista tendría dos principales objetivos: el primero, contribuir con nuevos y mo- dernos conocimientos culturales mediante ensayos de intelectuales extranjeros, en las áreas de política, arte y ciencias sociales, y, el segundo, establecer un espacio donde los jóvenes escritores puedan difundir sus obras y participar de la discusión sobre el futuro de la sociedad peruana. Así lo expresa Higgins, quien también comenta que «en par- ticular auspició dos corrientes literarias: el indigenismo, que propugnaba la causa del Aproximaciones a la historia del libro y la lectura en el Perú
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