Fénix 48, 129-147

140 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 tras año fue en aumento. El principal objetivo que se buscaba con la publicación de estas ediciones era facilitar el acceso al libro de los sectores populares y menos pudientes. Este ánimo por fomentar la producción del libro, y por consiguiente las prácticas lectoras, avivó los ideales de muchos escritores. Así, José Bonilla Amado dirigiría la co- lección de literatura infantil Nuevos Rumbos ; Enrique Congrains Martín editaría títu- los peruanos con las colecciones Círculo de Novelistas Peruanos y Embajada Cultural Peruana , esta última difundida incluso en gran parte de América, y Gustavo Valcárcel promovería la literatura de Vallejo con su Editora Perú Nuevo (Aguirre, 2017). Manuel Scorza dirigió dos de las más importantes colecciones de aquellas décadas: Festivales del Libro (1956-1958) y Populibros Peruanos (1963-1965). El primero de estos proyectos fue producto de las ediciones del Patronato del Libro Peruano, resul- tado de la unión entre los editores Mejía Baca, Villanueva y Scorza, y con el financia- miento económico de Manuel Mujica Gallo, quien también subvencionó la segunda colección mencionada. Al mismo tiempo, Scorza y Mujica fundaron la Organización Continental de los Festivales del Libro, que motivó a desarrollar una colección de autores latinoamericanos titulada Biblioteca Básica de Cultura Latinoamericana, pro- yecto editorial que sería replicado en otros países del continente por su impresionante tiraje y su bajo costo. Por otro lado, la promulgación de la Ley de Promoción Editorial N. o 15975, en enero de 1966, contribuyó enormemente a elevar y modernizar la producción de li- bros y otros medios culturales y de información, ya que exoneraba de impuestos a la importación de maquinarias, insumos y materia prima, propiciando por ende la imple- mentación del sistema de impresión offset y dotando de mayor eficiencia a las empresas editoras (Sánchez, 1978). Un año más tarde, en 1967, una serie de libros provenientes del extranjero miste- riosamente fueron dados como perdidos o robados de las oficinas del correo postal. La insistencia de los libreros que reclamaban sus pedidos llegó a tal punto que la Editorial Grijalbo de México, tras comunicarse con el Servicio Postal del Perú, emitió un comu- nicado declarando que esta oficina había informado la entrega de algunos de ellos y que otros, según la legislación vigente, habían sido incinerados por poseer contenido comunista. Ante ello, el editor Juan Mejía Baca denunció este atentando y quema de libros en el periódico La Prensa . Su indignación fue tanta que devolvió dos condeco- raciones que años anteriores el Gobierno de turno, al cual ahora se oponía, le había otorgado. Diversas organizaciones también apoyaron esta protesta, y hasta la prensa internacional rechazó esta práctica de censura que desde la dictadura de Odría no se veía, y que en ese momento dañaba la gestión del presidente Fernando Belaunde. La censura impuesta por un gobierno militar como el de Onganía y la que practicaba un gobierno civil como el de Belaúnde diferían en un solo aspecto: la primera era de carácter «legal», amparada por disposiciones del mismo gobierno, por ende públicas y Aproximaciones a la historia del libro y la lectura en el Perú

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