Fénix 48, 129-147

142 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 De este modo, Barrios, en su libro Promoción de lectura: Una actividad permanente para niños, jóvenes y adultos, rescata el éxito de dos actividades promotoras de lectura: la recopilación de la literatura oral y los círculos de lectura crítica. La primera perseguía dos objetivos: por un lado, reunir relatos orales y/o de creación popular nacional, con el afán de utilizarlos como material de lectura, y, por otro, fomentar la participación, interrelaciones humanas y cooperación para el fortalecimiento de las tradiciones ora- les. La segunda, en cambio, se orientaba a «despertar y acrecentar la vocación del lector reflexivo, crítico y creativo; para hacer gustar la lectura en forma grupal amena, grata y placentera y basándose en la lectura individual cuestionada y en el diálogo fructífero» (1973?, p. 10). Ambas iniciativas tuvieron aplicación en varios departamentos del país y fueron de gran interés por la metodología aplicada a nivel internacional. Ese mismo año, se desarrollaría también la primera edición de la Feria del Libro Ricardo Palma, uno de los eventos libreros más antiguos del país e incluso de América, que mantiene su vigencia hasta estos días. Es organizada por la Cámara Peruana del Libro y, desde sus inicios, promovida por la Municipalidad de Miraflores, distrito limeño donde se realiza. Asimismo, la Cámara Peruana del Libro también lideraría desde 1995 la Feria Internacional del Libro de Lima. Por otra parte, luego que la dictadura militar de Velasco decretara, en 1974, la so- cialización de la prensa escrita y que junto a ella se expropiara nueve diarios de Lima, algunos de estos empezarían a publicar libros en capítulos o por entregas, tal como sucedió en el anterior siglo. Sánchez (1978) explica que esta reaparecida moda ya no solo se orientaba a la publicación de libros de ficción, sino que ahora el contenido de ellos tenía un carácter más técnico y presentaba temas de interés nacional en las ramas de educación, historia, política, cultura, arte, etc. De esta forma, los quioscos de perió- dicos eran nuevamente un lugar estratégico para la difusión de textos. Desde épocas coloniales hasta los primeros años de la república, se podía observar a otros agentes encargados de vender libros y ofrecer acceso a la cultura impresa, como los li- breros ambulantes y los libreros anticuarios, ambos correinantes en el negocio informal y a veces prohibido, pero que sin lugar a dudas contribuyeron con la cultura nacional. Así, en los años preindependentistas, los libreros ambulantes fueron pieza clave en la propagación de ideas libertarias, ya que lograron camuflar textos filosóficos de escritores franceses o pu- blicaciones que la Inquisición consideraba heréticas, para hacerlos llegar a los lectores más exigentes (Sánchez, 1978). Hoy en día, con la migración del campo a la ciudad y como con- secuencia del subempleo, este comercio itinerante ha crecido considerablemente y muchas veces ha afectado a los réditos de las librerías formales y escritores, toda vez que se tratan de ediciones piratas o ilegales que atentan contra los derechos de sus creadores. En contra- posición a ello, los libreros anticuarios mantienen una ubicación estable a donde acuden curiosos investigadores, estudiantes o bibliófilos cuando se encuentran en la búsqueda de algún libro de segunda mano o de una edición agotada en el mercado. Por lo general, son obras fidedignas, pero descuidadas a causa del uso y el tiempo. Aproximaciones a la historia del libro y la lectura en el Perú

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