Fénix 48, 129-147

130 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 De la misma manera que la invención de la escritura fue determinante para el inicio de una nueva edad en la historia universal, la presencia de la escritura en formato de libro en el territorio peruano significó el comienzo de una de las etapas más extensas y transformadoras para la cultura nacional. Como un objeto de poder, violencia y vasallaje, así apareció el libro en el Perú para imponerse a la cultura oral que caracterizaba al país. El libro como objeto de sumisión y persecución Desde su aparición en la plaza de Cajamarca en 1532, en manos del fray dominico Vicente de Valverde, y dirigido hacia el inca Atahualpa, el libro se presenta como un objeto de sumi- sión ante el cristianismo y no como un símbolo de lectura, pues, como lo mencionaba Cor- tez, «la historia del libro no es la de la lectura, aunque la lectura dote de historicidad al libro» (2005, p. 48). Para el inca, leer significaría interpretar los nudos de los quipus, los trazos de las quilcas , los tejidos de los tocapus ; manifestaciones artísticas casi siempre acompañadas de narraciones orales, hecho que el libro de los españoles no supo comunicar. lleuando en la mano derecha una crus y en la esquierda el brebario y le dize al dicho atagualpa ynga que tanbien es enbajador y mensage de otro señor muy grande amigo de dios y que fuese su amigo y que adorase la crus y creyse el euangelio de dios y que no adorase en nada que todo lo demás era cosa de burla. rresponde atagualpa ynga y dize que no tiene que adorar a nadie cino al sol que nunca muere ni sus guacas y dioses tanbien tienen en su ley aquello guardaua y pregunto el dicho ynga a fray uisente quie se lo auia dicho. rresponde fray uisente que le auia dicho euangelio el libro. y dixo atagualpa damelo a mi el libro para que me lo diga y anci se la dio y lo tomo en las manos comenso a oxear las ojas del dicho libro y dize el dicho ynga que como no me lo dize ni me habla a mi el dicho libro. hablando con grande magestad asentado en su trono y lo echo el dicho libro de las manos el dicho ynga atagualpa (Guamán Poma de Ayala, 1615, pp. 173-174). Hay muchas versiones de este pasaje histórico en la memoria del Perú. Todas coinciden en que, al no hablarle el libro al inca, él lo arrojó al suelo, lo que provocó la furia de los espa- ñoles. Así, por ejemplo, Mc Cormack indica que el libro fue el protagonista central de dicho acontecimiento. Si para los españoles reflejaba una definición política y religiosa, para los pobladores de los andes suponía las diferencias culturales entre ellos. Además, precisa que el libro de Valverde estaría escrito en latín y que ni Pizarro ni sus soldados podían leerlo, no constituyó por ende un elemento para su lectura. La escritora se pregunta entonces ¿cómo podía esperarse que lo leyera el inca?, y reafirma la condición, que muchos escritores tam- bién apoyan, que «el libro tuvo que ser un objeto, no un texto, y menos un lugar de acceso a la palabra hablada» (1988, p. 705). No obstante, si en un principio el libro fue un instrumento para la evangelización e imposición de leyes, religión, cultura y costumbres; años más tarde se convertiría en objeto de persecución y censura a consecuencia de las ideas revolucionarias y li- Aproximaciones a la historia del libro y la lectura en el Perú

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