Fénix 48, 129-147

133 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 Luego de dejar la imprenta establecida en el Colegio de San Pablo, que apoyaba a los jesuitas en la edición de textos para la evangelización, Ricardo se independizó y desde su propia imprenta recibiría distintos pedidos de impresión. Eguiguren (citado en Sánchez, 1978), se refiere a Relaciones como uno de estos pedidos, el cual fue un encargo del virrey Hurtado de Mendoza al correo mayor Pedro Balaguer de Salcedo. Este texto consistía en un folleto de quince hojas y describía la victoria de don Juan de Castro y de la Cueva ante el pirata Juan de Aquines, en el estrecho de Magallanes. De esta forma, este documento se convertiría en el principal antecedente de los periódicos en la historia americana. Años más tarde, y con la muerte de Ricardo, Francisco del Canto, otro impresor italiano que radicaba en Lima, se hizo cargo de toda la imprenta del primero, mejorán- dola e incluso llegando a imprimir en dos colores: negro y rojo. del Canto había acrecentado la imprenta de Ricardo; había hecho de nuebo [ sic ] muchas formas, en rojo y en negro, y con grabados ambiciosos como el que buriló el agustino Francisco Bejarano para las Exequias de la Reina Margarita ; y hasta pudo pres- tar sus tipos y matrices para las obras aimara y romance castellano del Padre Ludovico Bertonio, que aparecieron con Juli como pie de imprenta en 1612 (Miró Quesada, 1976, pp. 25-26). La imprenta de Juli, a la que se hace referencia en la anterior cita, estaba ubicada a ori- llas del Lago Titicaca y pertenecía a un colegio jesuita situado en esa zona. Ella coexistía junto a otras dos imprentas que funcionaban en 1637; sin embargo, sería realmente en Lima donde la gran mayoría de los libros eran impresos. Muchos de estos textos mante- nían un corte religioso y sirvieron principalmente para evangelizar e instruir a los indios. En 1609 sería impresa en Lisboa la primera obra nacional del Perú: Los comentarios reales de los incas , del Inca Garcilaso de la Vega, para luego de muchos años ser recién editada en el Perú. Con este retraso, se evidencia la gran limitación de circulación de libros que existía para ese entonces y que dejaba relegados a los americanos de las no- vedades literarias que en Europa acontecían. Hasta mediados de 1700, las imprentas eran los principales puntos de venta de libros, mas en 1763 esta práctica se vio alterada con la aparición de la primera librería especializada de Lima. De esta forma lo comenta Peralta (1997), quien además señala que no fue la única librería de ese tiempo. Existió a la par un local similar conocido como la librería del Padre Jerónimo, instalado por el fraile Diego Cisneros, que se dedicó a la venta de libros importados de Europa. Gracias a las fuertes influencias que Cisneros poseía, dichos libros habrían evadido la revisión respectiva por los comisa- rios, lo que permitió abastecer con estos textos a las bibliotecas particulares de grandes personalidades públicas como la del sacerdote Toribio Rodríguez de Mendoza. El libro, se convirtió, entonces, en un símbolo de prestigio y poder político y re- ligioso, y las bibliotecas más importantes serían las pertenecientes a los monasterios. Magaly Milagros Sabino La Torre

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