Fénix 48, 129-147
134 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 Una de ellas fue la biblioteca de los jesuitas, aquella que en 1768, un año después de su expulsión, pasó a ser parte de las colecciones de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Este hecho posibilitó el acceso a libros a las clases ilustradas de españoles y criollos, lo que significó un paso a la democratización de la lectura. Después de la in- dependencia, la biblioteca de esta universidad pasaría a los anaqueles de la Biblioteca Nacional del Perú (Sánchez, 1978). El inicio de las publicaciones periódicas Pero la limitada lectura y circulación de libros literarios continuaba como conse- cuencia de la acción de la Inquisición que prohibía textos romances como fábulas, historias imaginativas u otros temas profanos. «En Lima no se podía imprimir ni transportar alguna obra sin una previa licencia otorgada por los Consejos de Casti- lla e Indias. Se requería, además, de otra licencia especial para venderlos» (Peralta, 1997, p. 110). Frente a ello, este autor también manifiesta que surgieron las tertulias literarias: La ocupación predilecta de las tertulias limeñas fue fomentar la discusión literaria en grupos selectos y con previo acuerdo de las autoridades. Se sabe que en 1785, José María Egaña animaba una de esas primeras tertulias, que se reunía en su domicilio, con el propósito de entretenerse, practicando la lectura y la meditación. Dos años después, el mismo Egaña se integró a otra tertulia denominada Academia Filarmónica, y en la que participaban siete miembros, entre los que destacaban Hipólito Unanue, José Rossi y Rubí y José Baquíjano y Carrillo. Dicha tertulia tenía entre una de sus peculiaridades el contar para la discusión con la presencia de tres mujeres. El reglamento de la Acade- mia Filarmónica dado a conocer a las autoridades indicaba, con claridad, que en sus discusiones «sólo se trataba de materias literarias y se examinaban las noticias públicas» (Peralta, 1997, p. 110). De este modo, se iba generando en Lima un ambiente intelectual y lectores con ideas ilustradas, que verían, un viernes 1 de octubre de 1790, la publicación del primer periódico del Perú titulado Diario de Lima o también conocido como Diario curioso, erudito, económico y comercial. Todo el proceso de edición e impresión fue motivado por Jaime Bausate y Meza, bajo la anuencia del virrey Francisco Gil de Taboada. Este perió- dico era distribuido todos los días y vendido en diferentes ciudades del Perú, incluso en el Alto Perú (Clément, 2006). Sin embargo, tres meses más tarde aparecería otro diario que marcaría la competencia y que, al gozar de mayor acogida por los citadinos y preferencia del virrey, determinó en 1793 el fin del Diario de Lima . Al disolverse la Academia Filarmónica y al reintegrarse en 1790 en una nueva ter- tulia autodenominada Sociedad de Amantes del País, este pequeño grupo de intelec- tuales integrado por Jacinto Calero, Hipólito Unanue, José María Egaña, José Rossi Aproximaciones a la historia del libro y la lectura en el Perú
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