Fénix 48, 129-147
137 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 primera biblioteca pública en dicho lugar. Se pensaba abastecerla con estanterías de la librería del fray Cisneros, de la Biblioteca de San Marcos o de donaciones de bibliote- cas particulares. El Investigador , uno de los diarios que circulaba en ese entonces, apoyó estas iniciativas y consideró que después de la censura, ahora el enemigo del libro era el tráfico de venta de libros para ser usados como envoltorios de especerías (Peralta, 1997). Por ello, es que la creación de una biblioteca pública, además de promover el desarrollo intelectual y cultural de los ciudadanos, serviría también para detener aquel comercio ilícito del mal uso de libros. Desafortunadamente, en 1814, se ordenaría nuevamente la suspensión de la liber- tad de imprenta y ante ello el virrey Abascal ordenó el cierre de El Investigador, dejan- do sin efecto toda la campaña para establecer una biblioteca pública que este medio promovió. Para el año siguiente, ya no existían periódicos en la ciudad, pero aun así surgieron nuevas imprentas conocidas como las imprentas volantes. Estas nacieron en pleno periodo de guerras independentistas y tenían como misión «imprimir textos ideológicos y mantener informada a la población simpatizante de los acontecimientos militares y políticos» (Sánchez, 1978, p. 42). Una de estas imprentas fue la que el gene- ral don José de San Martín trajo en su expedición libertadora al Perú. De esta manera, a su llegada a Pisco imprimió A los habitantes del país , boletín impreso en una sola cara que contenía manifiestos, decretos y otras noticias de las batallas. Un mes después de la proclamación de la independencia, San Martín crea, el 28 de agosto de 1821, la Biblioteca Nacional del Perú como una institución que abre las puertas a la libertad y al conocimiento. No obstante, ella no cumplió a cabalidad con estos fines propuestos. Así lo indicaría Huerto (2006), quien, en palabras de Guibovich, manifiesta que, producto de las donaciones de otras bibliotecas que ali- mentaban su acervo, las colecciones que la integraban eran principalmente textos de instrucción religiosa o muchos de ellos escritos en latín, lo cual dificultaba la lectura a la población en general; por ello, solo los eruditos, historiadores y bibliógrafos serían sus más asiduos lectores. En 1848, aparece la primera novela nacional titulada El padre Horán de Narciso Aréstegui, obra publicada por entregas en el diario El Comercio y que relata la situación de los primeros años de la república, desde un hecho verídico como fue el asesinato de una mujer por parte de su exconfesor en 1836 en el Cusco (Tamayo, 1993) . Esta forma de publicación sería muy frecuente en el siglo XIX y se retomará en el siguiente siglo como se verá más adelante. A finales del siglo, un hecho trascendental en la historia del Perú afectó en gran proporción a la historia del libro peruano. Se trata de la calamidad producida en 1881 por la guerra del Pacífico, que ocasionó el robo y saqueo de innumerables y valiosos documentos de la Biblioteca Nacional del Perú y de la Biblioteca de la Universidad de San Marcos. Algunos tuvieron como destino la ciudad sureña de Santiago de Chile, otros se perdieron para siempre y solo unos cuantos hasta la fecha vienen siendo de- Magaly Milagros Sabino La Torre
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