Fénix 48, 161-178

170 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 Del mismo modo, para la teórica política alemana, la acción y el discurso son fundamentales para cuidar el mundo que hemos construido. Claro que ambos, en Arendt, se refieren al espacio público, pero aun así esta acción es la sustancia inte- ligible de las relaciones humanas (podríamos extenderlo a la relación entre escritor y lector). Hablando y actuando los hombres se distinguen, pues en la acción y en el discurso, la alteridad que el hombre comparte con todos los seres se transforma en singularidad: en la acción y en el discurso —o sea con el uso de la palabra—, los hombres no revelan qué son, sino quiénes son. Esas palabras, que han sobrevivido al proceso de vida y muerte de la literatura y de su oscuridad, son el eslabón que une al escritor con un nuevo personaje que es recu- rrente en nuestro juego: el lector. Dice Arendt que «el mundo humano antes tiene que ver con el artefacto humano como el producto hecho por manos humanas» (Arendt, 1996, p. 202) —sumamos a los libros—, y entre los cuales habitan los hombres —para nuestro caso, el escritor y el lector—. Convivir en el mundo significa esencialmente te- ner un mundo de cosas interpuesto entre los que habitan este mundo común. Arendt va a colocar el ejemplo de una mesa: un artefacto que se interpone entre quienes se sientan alrededor de ella, pero que, del mismo modo, como todo intermediario, simul- táneamente va a separar y a unir a los hombres en un espacio único 8 . Dialogando con Blanchot, el escritor apela al lector llamando desde el vacío, expresando el esfuerzo de un hombre privado de mundo, que quiere volver al mundo, pero manteniéndose en su periferia. Inclusive estas palabras nos sugieren que es el lector quien salvaría de la alienación al escritor y lo insertaría de nuevo en el mundo 9 . El escritor deja su obra para el lector y es lo único que los une, pero que al mismo tiempo los separa. La muer- te del escritor se concreta con el nacimiento del lector y, como sugiere Arendt, cada nacimiento representa una nueva posibilidad para actuar en el mundo 10 . Esta relación, la separación, es necesaria en el juego de la literatura, es el pa- thos de la distancia. La palabra es la advertencia que la muerte está, en ese exacto 8 El principio de comensalidad utilizado por los antropólogos es fundamental al relacionar a la mesa y su propiedad de unir a los seres humanos alrededor de un mismo espacio. Un ejemplo que me parece adecuado es el que brinda el teólogo J. D. Crossan en su libro sobre Jesús llamado Jesús, una biografía revolucionaria . Dicho sea de paso, la figura de Jesús también va a ser utilizada por Arendt al hablar del perdón en su ya citado libro La condición humana . 9 La palabra «alienación» aquí utilizada refiere también a lo definido por Arendt. En pocas palabras, alienación es el alejamiento, distanciamiento o pérdida de la relación que tiene el hombre con el mundo que lo rodea y por ende con el espacio que comparte con otros seres humanos. 10 Dice Barthes en «La muerte del autor»: «La escritura es la destrucción de todas las voces, todos los orígenes. La escritura es esa castración, ese compuesto, esa oblicuidad en la cual nuestro asunto huye, el negro y el blanco en que toda identidad se pierde, comenzando con la propia identidad del cuerpo que escribe». El lector es —sigue Barthes— «aquel alguien que mantiene reunido en un único campo todos los rastros de los cuales la escritura se constituye», para finalmente decretar que «el nacimiento del lector debe ser compensado por la muerte del escritor» (Como se citó en Perloff, 2013, p. 50). Un espacio para los lectores

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