Fénix 48, 161-178
171 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 momento, suelta en el mundo. Que entre el escritor, que escribe, y la persona que interpela, el lector, surgió algo de manera súbita: la palabra está entre nosotros como la distancia que nos separa, pero esa distancia es también la que nos impide estar sepa- rados, pues en ella misma reside la condición de todo entendimiento. ¿Cuál es el poder de la literatura? En palabras de Arendt, para ella «ninguna filoso- fía, ningún análisis, ningún aforismo por más profundos que sean pueden compararse en intensidad y riqueza de sentido a una historia contada adecuadamente» (2014, p. 39). La frontera indómita El escritor se suprime y a partir de ese momento en la obra cuenta solamente aquel que la lee. El lector hace la obra, leyéndola, él la recrea; él es su nuevo autor, «es la concien- cia y la sustancia viva de la cosa escrita; así, el autor solo tiene una meta, escribir para el lector y confundirse en él» (Blanchot, 2007, p. 306). El escritor ha dejado su obra en el mundo, ha creado este universo y ahora escapa de la balsa para que el lector tome la conducción y recorra su propio camino. Este triunfo provisorio sobre la nada, hecho con palabras que llevan en ellas mismas las marcas de una ausencia, se ha encerrado en una obra donde él ha dejado su propio ser. Ahora la obra lo significa. ¿Qué sucede en el momento en que el lector tiene un libro entre sus manos y comienza su propia experien- cia literaria? Dice Gadamer que «al descifrar e interpretar la palabra escrita, un milagro sucede: la transformación de algo extraño y muerto en algo totalmente contemporáneo y familiar» (1993, p. 163). Habíamos sido partícipes del vacío y de la nada oscura desde donde sale la litera- tura, fuimos testigos del vacío que el escritor necesita para emprender el camino de la escritura de su obra, ahora llegamos a un tercer vacío que es el vacío del lector. ¿Cómo se presenta este vacío en el lector? ¿Cómo hace para enfrentarlo? «La lectura es algo muy poco tranquilizador o tan tranquilizador como asomarse a un abismo» (Montes, 2017, p. 33). Una actividad en la que estamos en la cuerda floja. Somos como Philippe Petit en medio de las dos grandes torres 11 . Estamos ante a una inminencia que se nos presenta como un acertijo y nos preparamos para intentar enfrentar nuestro vacío con las palabras. La intriga de lo que sigue después de cada página nos alienta a continuar, nuestro espanto por lo que está sucediendo nos anima a voltear la página, hacemos un silencio, miramos a un punto extraviado en la pared, respiramos y seguimos leyendo. Así como nuestro cuerpo necesita tener los pulmones vacíos para permitirnos llenar- los con el oxígeno que alimenta nuestra vida, la lectura tiene su propia respiración y ese vacío previo a esa respiración es el enigma: el enigma que nos presenta cada nuevo libro y que, aunque sepamos irresoluble, intentamos bordear, acariciar, limitar, 11 Philippe Petit, funambulista francés que se hizo famoso por cruzar caminando sobre un cable la distancia entre las azoteas de las Torres Gemelas del World Trade Center en la ciudad de Nueva York, en la mañana del 7 de agosto de 1974. Juan José Magán Joaquín
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