Fénix 48, 179-203
194 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 Esta edición de 1999 de Conversación... es físicamente única, comparada a lo que se hizo antes o después, con un diseño de portada monocromático que armoniza- ba tipografías rojas y amarillas, obra de Óscar Mariné con fotografía de Ricardo Dávila Wood, y papel de un grosor semejante al de infolios 23 . Lamentablemente, la limpieza del texto mismo de la novela es menos impresionante o lo es en propor- ción inversa: si bien Alfaguara corrigió mucho en ediciones subsiguientes, la pri- mera de 1999 debe ser la más calamitosa que se haya hecho de Conversación… con no menos de 85 erratas, la mayoría de una vulgaridad o infantilismo que causan pasmo: entre las detectadas se cuentan dieciocho palabras truncadas («Arquipa» por Arequipa), veinticuatro palabras trocadas («mamita» por manita), treinta y seis agramaticalidades (desde palabras sin tilde a comas sobrantes y hasta falta de concordancia) y otras tantas de incierta clasificación. Daré ejemplos de las erratas inicuas sin dejar antes de mencionar que la fijación del texto se atribuyó a Alex Zisman, quien en 1981 se había encargado con Luis A. Lagos del cuidado de La guerra del fin del mundo (con una treintena de erratas). Zisman figura como solo responsable de las nueve «ediciones definitivas» 24 incluyendo Conversación… pero, mientras se le iba eliminando de los créditos edición tras edición (para la colec- ción Biblioteca Mario Vargas Llosa de 2004 ya había desaparecido su responsabili- dad o culpabilidad), Alfaguara fue limpiando en silencio las erratas gruesas hasta sobrevivir solo una décima parte, que comentaré en la edición del cincuentenario. Conviene señalarlo puesto que son las versiones de Alfaguara las que se encuen- tran hoy en librerías de nuevo en reemplazo de las de Seix Barral. Sin embargo, vale la pena detenerse en erratas y errores de tipo inicuo que introdujo la aberrada edición primigenia de Alfaguara y que continuaron vivas y coleando, saltando de edición en edición, hasta por lo menos 2018 (casi veinte años). Daré tres ejemplos. Con el tiempo laberíntico de la novela y sus personajes numerosos, hay que co- nocerla —prácticamente releerla apenas se la ha leído— para notar que en el primer capítulo el amigo de Santiago, Popeye, no se «recibirá» de arquitecto, como se lee en Alfaguara 1999-2018 (Vargas Llosa, 1999, p. 20), sino que ya se había recibido, lo que motiva que Santiago se diga: «Quién iba a decir que Popeye se recibiría de arquitecto» [cursiva nuestra]. En el capítulo III, se describe la primera aparición de la esposa de Cayo así: «La puerta se abrió gruñendo y se adelantó una mujer: una indiota con la cara negruzca y llena de lunares, don». La mención de una indiota que hace el personaje Ambrosio fue convertida por el sobrecorrector en «idiota» (Vargas Llosa, 1999, p. 60). 23 Cabe especificar que me refiero a la edición española. Las reimpresiones en otros países utilizaron un papel regular, más delgado. 24 «Edición definitiva» fue el rótulo que apareció en nueve tomos de la obra de Vargas Llosa en Alfaguara entre 1997 y 2001, con reediciones. Vargas Llosa escribió una columna sobre Zisman titulada «Mi único alumno» (1992), donde recuerda que «leía con una agudeza y buen gusto que yo he visto en pocos críticos» y que «además de entenderla, amaba de veras la literatura» (Vargas Llosa, 2012, p. 530). Así que pasen cincuenta años: transfiguraciones de la primera a la última edición de Conversación en La Catedral
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