Fénix 48, 179-203

187 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 Convengamos en que hay erratas «veniales» y «mortales», inocuas e inicuas . Las erratas inocuas son como ese sonido de fritura de los discos de vinilo o las estrías en las películas antiguas; el lector en cuanto choca con ellas puede reconstruir sin trauma el sentido origi- nal. Las erratas inicuas en cambio son un muro infranqueable, cul-de-sac contra las mejores voluntades. En la lista precedente las hay de ambos tipos. La primera edición tenía una especialmente inicua («había estada alimilando» por «había estado asimilado», corregida en la segunda) pero otras muchas, no tan invisibles, se mantuvieron por décadas y algunas to- davía sobreviven cincuenta años después. Para las ediciones que comentaré en adelante me detendré solo en las inicuas por ser las que desvelaban al autor (y es de suponer a más de un lector), así como en pequeños errores de redacción del autor. La erradicación de erratas en cada una de las ediciones a lo largo de cinco décadas ha sido una recuperación de sentido con avances y retrocesos; su recepción crítica, en cambio, fue más coherente. Primeras impresiones y críticas La recepción de Conversación… por parte de los personajes reales que la inspiraron fue de discrepancia amable con el novelista. Del lado del odriísmo, Esparza Zañartu, el modelo de Cayo Bermúdez, ni siquiera había comprado el libro, pero su comentario es célebre: «No he comprado todavía el libro. Él ha debido conversar conmigo antes de escribir para cerciorarse. Yo le habría dado datos. Algunos amigos me han dicho que habla muy mal de mí» (RPPC, 2014). Del lado de los perseguidos por el odriísmo, fue el propio líder del Partido Aprista, Víctor Raúl Haya de la Torre, quien le hizo un comentario a Barnechea: «[...] en 1975, Haya, que acababa de leer Conversación en La Catedral , me dijo: “Trae a tu amigo Vargas Llosa para enseñarle de conspiraciones. He conspirado toda mi vida y veo que no sabe nada de ellas”» (2011, p. 116). En el ámbito de la crítica literaria, por otro lado, un año después de publicarse Conversa- ción… apareció el primer estudio orgánico de la obra total de Vargas Llosa, escrito por José Miguel Oviedo (1970). Es un libro indispensable por el esfuerzo de visión de conjunto y una exhaustiva bibliografía. De Conversación… se ocupa en sesenta páginas que tienen como acierto más relevante la descripción y análisis del carácter a menudo escurridizo y difícil de Zavalita y Ambrosio, los «conversadores» de La Catedral. En un ensayo breve de calado, Jean Franco analizó a esos mismos personajes señalando que «el lector tiene una visiónmás ancha» que aquellos, quienes en su conversación se «cuentan únicamente las partes más aceptables de su pasado» (Franco, 1971, p. 764). Pero quien probablemente dio la lectura más acerada fue Jorge Edwards, en un minucioso análisis de la dictadura de Odría dentro del contexto latinoamericano y su impacto en el drama de los individuos de la novela: [E]s la novela de una generación frustrada; de una época en que sólo se pudo actuar des- de el mal, como Cayo Bermúdez, o desde la insurrección permanente de la literatura, como Mario Vargas Llosa. De ahí el peso melancólico del libro, uno de los más duros y desengañados de la nueva narrativa latinoamericana (1970, p. 92). Augusto Wong Campos

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