Fénix 48, 47-79

53 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 casos; en Brasil, en 1912, Manuel Nogueira da Silva publica algunas referencias sobre el tema en la Gazeta de Notícias , y, en 1919, João Ribeiro escribe sobre la costumbre de los estudiantes de dejar anotaciones en sus libros (Siciliano y Alentejo, 2018). En la década del treinta, Felipe Teixidor publica un sólido estudio sobre el ex libris en México 23 , identificó quinientas diez estampas (1931). El interés se fue incrementando en diversos países de América. El 13 de agosto de 1940, se fundará la Sociedade dos Amadores Brasileiros de Ex-libris [Sociedad de Aficionados Brasileños de Ex-libris] (Lessa, 1942), que como señala Esteve Botey, «abrió [una] nueva era en la historia exlibrista» (1949, p. 1). Dos años después, se llevaría a cabo la Primera Exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes en Brasil, y su primer estudio especializado sería en 1944 con el trabajo de Igor Dolgorukij (Siciliano y Alentejo, 2018). En 1953, se creó la Asociación Argentina de Exlibristas, con un activo desempeño en exposiciones como en publicaciones 24 . En 1988, la Biblioteca Luis-Ángel Arango en Bogotá, a raíz de una exposición de la colección personal de Benoît Junod, reconocido exlibrista y por entonces consejero de la Embajada Suiza en Colombia, convocó a un concurso, donde artistas locales diseñaron ex libris . Ambas colecciones fueron publicadas en un interesante catálogo (Biblioteca Luis-Ángel Arango, 1988). Entre los estudios especializados mexicanos más recientes, podemos señalar el trabajo de Ernesto de la Torre Vilar titulado Ex libris y marcas de fuego (2000) y el de Elvia Carreño Marcas de propiedad en los libros novohispanos (2015), ambos destacan el aporte que México hizo a la historia del libro con la marca de fuego. Este término, a la vez, evidencia una defi- nición más amplia, la de marca de propiedad, con la que se ha definido a un conjunto de adiciones que adquiere el libro en el tiempo 25 , y que demuestra una relación de propiedad, pero que a la vez nos muestra otro tipo de vínculos: el aprecio, la historia y las prácticas de lectura, que hacen al libro; como señala Carreño: «[…] el medio por el cual el hombre, sin necesidad de vivir, sigue existiendo y comunicándose» (2015, p. 129). Un reciente trabajo nos resulta de mucha utilidad, es el libro Ex libris, su misteriosa seducción de Bernardo Lozier (2015), que incluye además un valioso estudio preliminar de Óscar Andrés de Masi, reco- nocido exlibrista, que orienta en parte este estudio 26 . 23 Teixidor reconoce que el primero en tratar el tema en México fue Nicolás León en un artículo titulado «Ex libris simbólicos y artísticos de los bibliófilos mexicanos», que apareció en el Boletín del Instituto Bibliográfico Mexicano , en los números 2 y 6, años 1903-1907. 24 La asociación fue fundada por María Magdalena Otamendi de Olaciregui, quien donó su colección de veintiséis mil piezas a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de Argentina (Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 2017). 25 Estas marcas, pueden ser los ex libris , sellos, marcas de fuego, blasones o escudos, supralibros, exdono, exbiblioteca, apostillas. 26 Es llamativo que el estudio del ex libris en el Perú no se haya desarrollado; razón por la cual, este trabajo tiene como un objetivo más, el permitir plantear un derrotero de investigación, así como el de plantear más dudas e interrogantes sobre el exlibrismo peruano, que existe desde mucho antes, como se demostrará en las páginas siguientes, pero que no ha merecido su investigación. Gerardo Manuel Trillo Auqui / Jhon Elton Delgado Galván

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