Fénix 48, 9-28
16 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 concreto, el poder del Gobierno protectoral recién constituido en Lima. Para darle legitimidad, San Martín, lo nombró primero ministro de Guerra y Marina del Perú (agosto-octubre de 1821) y luego ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del Perú (octubre de 1821-julio de 1822). A nivel político, el papel de Monteagudo como gobernante es debatible. Si bien pregonaba un gran discurso antihispano, exageraba en el mismo al ejecutar actos lesivos contra los peninsulares. Dichos actos iban desde las confiscaciones hasta el destierro de los peninsulares. Al respecto, podemos señalar lo que el mismo Montea- gudo afirma en sus memorias: «Cuando el ejército Libertador llegó a las costas del Perú, existían en Lima más de diez mil españoles distribuidos en todos los rangos de la sociedad; y por los estados que paso el Presidente del Departamento al Ministerio de Estado, poco antes de mi separación, no llegaban á seiscientos los que quedaban en la capital» (1823, p. 10) . Lo anterior nos muestra un Monteagudo empoderado y antihispano a carta cabal, esta actitud jacobina le acarreará muchos detractores. Para Monteagudo la monarquía constitucional es el único sistema viable para el Perú, los peruanos habíamos vivido tres siglos como súbditos de la corona española, tres siglos acostumbrándonos a obedecer a un señor-rey; si de la noche a la mañana le damos a los peruanos el poder de elegir y de participar en el gobierno (propio de las democracias esenciales) llevaríamos al Perú a una anarquía. El peruano no estaba preparado para ese cambio radical, no ejerció el poder político por tres siglos y si de forma instantánea se le conceden los derechos ciudadanos (de elegir y ser elegido) sería un error que podría desencadenar en la anarquía. Los defensores de la monarquía concebían que el Gobierno peruano debería pasar por estadios; de la monarquía inicial a una república democrática consolidada, esta transición tenía que ser gradual y no de la forma tan rápida como se pretendía y finalmente se hizo. No es tema de discusión de este escrito, pero parecería que Monteagudo y muchos promonárquicos tuvieron razón, el Gobierno en el Perú pasó por etapas críticas (anarquía) a lo largo de todo el siglo XIX. Abordemos ahora el ámbito cultural, que es el tema central de nuestro trabajo, la actividad de Monteagudo es a favor de la creación de instituciones ilustradas. En primer lugar; importa el sistema pedagógico lancasteriano, que será utilizado en la recién fundada Escuela Normal de Preceptores; promueve la creación de la Sociedad Patriótica, y, por último, instaura la primera Biblioteca Nacional. Él mismo nos señala: La Sociedad Patriótica de Lima y la Biblioteca Nacional son las primeras empresas que ha realizado el Gobierno en medio de la escasez del Erario y casi al frente del enemigo. Para que las ciencias y las artes se generalicen en un pueblo, es necesario que los hom- bres ilustrados formen una masa común del caudal de sus ideas, que ellas se comuni- quen y analicen delante del público, y que el ejemplo de los hombres que piensan excite la emulación de los demás (1823, pp. 14-15). Bernardo Monteagudo: primer director de la Biblioteca Nacional del Perú (1822)
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