Fénix 5, 130-160
cilidad neniónica- stiniadu u las ventajas del ariétodo nurntrrico -uso decirnal- y del método alfabético -mayor núri~e:o de combinaciones-. Las primeras tablas de notación interna fueron inventadas y drsarroljiadas en los Estados Unidos, Fuk Jacobo Schwartz el primero que pensó usar sím- bolos nuinéricos que permitieran la ordenación alfabktica. Charles Cutter avanzó mj s aplicando el principio de división decimal, como en el sistema d i clasificación inventado por Dewey. John Edmands perfeccionó el sistema al sugerir la combinación de una letra inicial con números usados decinialinenie. Cutter aceptó la sugestión y elaboró las tablas que Dewey probó con resul- tados favorables. Las primitivas tablas tenían dos cifras y mj s tarde fueron expandidas a tres por el mismo Cutter y por Kate E. Samborn. Otras tablas menos conocidas y algunas de ellas restringidas 3 campos limitados -biogra- fía- o a arreglos especiales -ctonslógico-, son las de Schwartz, Merrili, Bliss, Biscoe y Olin. Todas las tablas mencionadas han sido elaboradas para la notación de autores sajones. Cutter preparb tina tabla para la notación de autores griegos y latinos. No ha sido elaborada ninguna tabla para la notn- ción de autores de habla hispana, a no ser la adaptación imperfecta de Lasso de la Vega y las demás igualmente imperfectas y no publicadas que se usan en las bibliotecas latinoamericanas. La experiencia de nuestras bibliotecas y de nucstros bibliotecarios de- muestra la necesidad urgente de la facción de tablas de notación interna que respondan a las condiciones características de nuestra realidad idiomática. Ida adopcibn de las tablas Cutter en fornn~tditeral ha fracasado rotundamente. La adaptación de esas tablas y su modificación parcial 'iia probado 1x0 ser conve- niente en un grado aceptable. Existen drficulaades insalvables que no permi- ten ninguna adaptzción: las letras propias del castellano y extrañas al ingles, dos de las cuales tienen el valor de dos letrds distintas en ese idioma -6, ch. 11-; en segundo tkrrnino, los apellidos conipuestos tan usados en castellano y completamente desconocidos en inglés. Después de estudiar las dificultades que no resolvió Lasso de la Vega, voy a exponer el proyecto que someto a la consideración de los bibliotecarios de América Latina y España para qkie pue- da servir de base a la tabla de notación interna que tanto necesitamos. Dos problemas fundamentales tiene que encontrar y solucionar quien quie- ra forrn~ilaruna tabla de notación interna para bibliotecas de países hispanos. Uno es el de las letras compuestas ch y 11. Su solución es sencilla y necánica: un simple acomodo de las sílabas que contengan estas letras al orden de alfa- betización que se usa en castellaco; igual solución se requiere parc% la letra ñ conocida únicamente en nuestro idioma. El otro problema es el de los Ipe- Ilidos compuestos. Su solución es compleja y dificil porque no debe interfe- rir la división decimal de los símbolos ni el ordenamiento alfabético de 10s mis- mos. El problema es más difícil aún por el uso de partículas entre los ape- llidos: de, de la, de las, de los, del, y. ¿Cuál ha sido la actitud de Lasso de la Vega ante los dos problemas enun- ciados? Deliberadamente ("La ch no la consideramos letra independiente") Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.5, enero-junio 1947
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