Fénix 6, 378-390

Diviserunt vestem mea Et super eam miserunt sorte" ( 18) Desde Ischia "la reina joven, hermana del Rey, se pasó a Sicilia con cierta armada que el Gran Capitán envió por ella por msndato de los Reyes Cató- licos" y Oviedo la acompañó, por orden cariñosa del rey Federico, primero a Palermo, y luego en España (1502), desde donde él no regresaría ya más a Italia. Pero no es este el único episodio por el cual la caída de la dinastía aragonesa conmovía profundamente a Oviedo y casi se identificaba con una fase decisiva de su misma vida. En el momento de la catástrofe, el hijo mayor del rey, de trece años de edad, Fernando de Aragón, Duque de Calabria (tí- tulo tradicional de los herederos al trono de Nápoles), prestaba juramento, en presencia de Oviedo, como heredero eventual del trono (19), y corría a encerrarse en la fortaleza de Taranto, donde quedaba sitiado por las tropas del Gran Capitán (20). El padre salía de Ischia para refugiarse en Francia, donde esperaba encontrar ayuda para reconquistar su reino, y pocos meses más tarde Taranto se rendía ( l o de marzo de 1502) a Gonzalo Fernández de Córdova, estipulándose solemnemente en los pactos de la capitulación que el joven príncipe don Fernando debía ser dejado en libertad. 8) Esta cláusula, sin embargo, no era respetada. Por orden del Rey Católico,- temeroso del peligro que podía representar la libertad del heredero legítimo del trono de Nápoles, tanto más cuando su padre estaba libre y ac- tivo en el destierro de Francia,- el joven príncipe era enviado como prisionero a España. En la literatura historiográfica y política de aquel tiempo, esta fla- grante violación de un pacto jurado sobre la Hostia Consagrada fué comentada con escándalo y sorpresas y sutiles argumentos. No parecía creíble que un ca- ballero tan famoso como el Gran Capitán faltara tan descaradamente a una promesa pública y solemne. Y se vió en el joven Duque de Calabria una víc- tima de la política tortuosa y sospechosa del Rey Católico; y su cabeza fué aureolada por aquella misma luz de sublime desgracia que, tres siglos más tarde, iba a alumbrar la figura del Duque de Enghien (21). Por supuesto, de parte de los españoles se hizo de todo para lavar al Gran Capitán de aquella mancha. Pero él mismo al escribir a sus soberanos el l o de mayo de 1502, decía que don Fernando "estaba en deseo de remitirse a V. A", pero por la intervención de sus allegados", "mudó propósito"; que el mismo don Gonzalo, le ofreció 20, luego 25 y luego 30,000 ducados, sin ( 1 8 ) Nist. Nat. y Gen., V . 1 ( e . c. 1, 129 a ) . ( 1 9 ) OVIEDO, Quinquagenas, pasaje transcrito en CESAREO FERNANDEZ DU- RO, La mujer Española en Indias, Madrid, 1902, 37. ( 2 0 ) Detalles en M . CAPPLA, Crónica General del Gran Capitán, e. c., cap. 22, 30, e. c., p. 83, 93-4; y en la anónima Cron. Ms. del Gran Capitan, 111, 26, e . [c., p. 320-1. ( 2 1 ) Cf. GUICCIARDINI, Storia d'zfalia, V , 3; ed. Florencia, 1835, 189, c. 2; Cam- bridge Modern History, 1, 124; PRESCOTT, W . H . History of Ferdinand and Iaabella, ed. J . Foster Kirk, Philadelphia, 1872, 111, 25-6, 30-4, 397. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.6, 1949

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