Fénix 6, 511-589

pensé yo que en Vizcaya había letras, sino armas", a lo cual respondió: "Háy- las, señor; húbolas siempre, y yo soy el mínimo de ellas". Injuria grande sería tildarnos de superficiales cuando hay hombres como Alberto Tauro que se engrandecen al contacto de nuestras reliquias literarias, porque en ellas encuen- tran su habla materna, su espíritu nacional y aquel ideal soñado por Horacio del "ne quid nimis", adaptación romana del "medem agan" de los griegos. Por lo regular, los traductores en prosa -y con mayor razón los poe- tas- no traducen los versos ovidianos exactamente, sino que conservando el sentido de la frase, suelen dar en castellano una versión parafrástica. Tal su- cede con Ios Remedia Arncris que comentamos. Y a fuer de hidalgos, he- mos de confesar, que si bien nuestro Melgar se acerca al sentido de las pala- bras, no es -ni puede serlo- reflejo fiel, del original, tal como afirman al- gunos comentaristas que como otros en la vieja Europa exageran grandemen- mente las traducciones de sus compatriotas. Y aunque el insigne D. Marceli- no Menéndez y Pelayo, hablando de las letras portuguesas (S), afirma que D. Feliciano del Castilho como traductor de Ovidio, no tiene rival en lenguas neolatinas, sabido. es por cuantos se dedican a esta clase de estudios, que no hay traductor en castellano que así se acerque al original que pueda decirse que lo iguale ni quien pueda vanagloriarse de haber hecho una obra de tan acabada perfección que la haya superado. La lengua del Lacio tiene la virtud ya reconocida de ser sabia, y pues ello abona nuestro aserto, nadie que en ro- mance nos haya dicho lo que aquellos maestros de la literatura universal, decha- dos de perfección estilística, podrá ufanarse de aventajarlos, ya que aunque rica, armoniosa y flexible, es hija nuestra lengua de las maternas greco-latinas de las cuales bebieron su número y sus artificios, siendo sólo reflejo de una perfección jamás igualada ni menos superada. Partamos de que Melgar no es ni puede ser un traductor literal del tex- to. Antes bien, la facilidad que muestra al darnos tan ajustadamente el sen- tido de los versos de Ovidio, nos lo presenta más grande y más poeta, puesto que si traducir en prosa a un poeta latino es asaz difícil, el traducirlos en ver- sos enderasílabos castellanos donde es más arduo evitar las divagaciones pe- rifrásticas, propio es de maduras inteligencias y patrimonio de quien posee una cultura muy sólida. Pero no es este el único mérito de Melgar. Yo encuentro en él uno ma- yor cual es el habernos dado una versión con alma y vida capaz de conma- vernos como lo hiciera el mismo Publio con sus dísticos. He ahí el mérito de nuestro peruanísimo poeta; mérito que el crítico encuentra fácilmente al con- frontar ambos poemas y comprobar el aporte literario de Melgar. El poeta deja entrever, sin duda, sus conflictos sentimentales y hasta comunica a los versos la nostalgia propia de los jóvenes enamorados cuando perdido el bien que soiiaban, se entregan a sus desahogos lastimeros descar- gándose de sus atormentados sentimientos con expresiones duras y no siem- pre justas hacia la mujer cuyo desdén es causa de sus infortunios. (2) Cfr. Obras Completas - Tomo V, págs. 266-268. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.6, 1949

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx