Fénix 6, 511-589

530 FENIX La envidia deprimió (detracta) la obra del gran Homero; así, pues, seas quien seas Zoilo, tienes el nombre de envidioso. Fueron lenguas sacríle- gas que se ensañaron contra tus versos, oh poeta, que llevaste a Italia los dio- ses vencidos de Troya! La envidia se ceba en los que descuellan así como los vientos azotan las alturas y los rayos de la diestra de júpiter hieren las altas montañas. Pero tú, quienquiera que seas, que te escandalizan mis licencias, si tie- nes verdadero gusto, aprecia las cosas en lo que valen. Las guerras violentas requieren el metro del cantor Meonio que no se acomoda a los placeres. El tono de los trágicos es fuerte; a su vigor convienen los tihgicos coturnos, no así al zueco de las comedias a quienes viene mejor un estilo llano. El yambo libre, rápido a veces, o arrastrando el último pié (stringatur), láncese contra los obstinados enemigos. La blanda elegía cante los amores que llevan la al- jaba y cual dulce amiga retoce cuanto le plazca. No son propios de la fama de Aquiles los versos de Calímaco, y Cídipe no merece, joh Homero!, tus cantos. ¿Quién sufrir¿! que Thais represente el papel de Andrómaca? Del mismo modo se equivoca quien dá a Andrómaca el papel de Thais. Thais inspira mis versos: mi libertad está precisamente en la lascivia de mis cantos; nada quiero con las vestales. iThais es mi diosa! Si mi Musa responde a lo jocoso del asunto, he vencido; y el acusador no tendrá pruebas de mi delito. Revienta mordaz envidia que ya tengo un nombre famoso y será mayor si prosigo con el pié que comencé. Pero te apresuras demasiado, porque como yo viva, de muchas cosas te habrás de doler pues son innumerables los versos que bullen en mi espíri- t u ya que me alienta el deseo de la fama robustecido por el honor ya conquis- tado. Nuestro corcel se fatiga al principio por la empinada cuesta. La eler gía se confiesa tan deudora mía como la epopeya a los esfuerzos del noble Virgilio. Con esto respondemos a la envidia. Ahora, poeta, refrena las riendas y gira alrededor de tu asunto. Tan pronto te inciten los placeres juveniles y se acerquen los instantes de la noche prometida y a fin de no verte dominado por los transportes de fe- licidad de tu amiga, quisiera que encontraras una cualquiera que te satisfaga plenamente. El placer que experimentas inmediatamente después de otro no es tan intenso y diferido pierde su aliciente. Con el frío deseamos el sol; si hay sol ayudan las sombras y el agua deleita al sediento. Me averguenza, pero lo diré: En el acto del placer elige la postura que pienses más desfavorable a tu amiga. No es trabajo difícil; son raras las que se confiesan la verdad, y para mí, ninguna piensa tener defectos vergon- zosos. Entonces, te lo ordeno, abre todas las ventanas para que con la luz del día notes los defectos de sus miembros. Ahora bien: así como hayas gozado plenamente y todo tu cuerpo y t u mente se encuentren laxasados, de suerte que, hastiado, hubieras deseado Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.6, 1949

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