Fénix 6, 511-589

INTRODUCCION Leyó Cupido el título de mi obra, Y, guerra, dijo, guerra me preparan: Mas no culpes, Amor, cual delincuente A tu poeta, que ocasiones tantas Las banderas batió que le fiaste. No soy Diómedes, que hizo, que montada En el carro de Marte al cielo leve Fuese herida tu madre soberana: Yo amé siempre, cuando otros jovencitos Cesan a veces y de amor se cansan. Y si ¿qué hago en el día? me preguntas, Amar, digo. Bien sabes que enseñaba Poco há el arte de amar, y cultivarle: Y lo que hoy es razón, antes fué llama. No hago traición a tí, ni a mis doctrinas, Ni en ésta obra deshago la pasada. Gozo, y buen viento al que arde felizmente, Si le está bien amar al dueño que ama, Pero al que a una tirana rindió el pecho, Para librarse, atienda mi enseñanza. ¿A qué fin, aburrido, en lazo estrecho De un árbol tristemente se colgara? ¿Por qué con fierro rígido rabiando Desgarrar pretendiera sus entrañas? ¿El amador de paz buscará muertes? Nada menos: quien muerte sólo aguarda Por fruto de un cariño desdeñado; Déjelo, y no será de lutos causa. Amor, niño eres, juguetear te cabe. Juega, eso es propio de tu edad lozana; Y aunque en tus guerras disparar pudieras Flechas cortantes. no se ven manchadas Con sangre matadora tus saetas. Marte empuña el alfanje y duras hastas, Y marche vencedor teñido en sangre; Pero tu nuestras artes adelanta Que son de Venus, y a ninguna madre Hacen perder sus hijos en batalla. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.6, 1949

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