Fénix 6, 511-589
Oye allá susurrar la espesa selva, Por los inquietos vientos agitada; Oye cómo llamando al becerrillo Repite su balar la gorda vaca. Qué gusto es ver huirse las abejas Luego que la humareda las espanta, Y quedan descubiertas sus celdillas Cuando el dulce panal de ellas se saca! Cada estación ofrece sus delicias, Y el campo en todos tiempos así agrada: Adórnase con flores el verano, El otoño con frutas nos regala, Se dora con los mieses el estío, Y en invierno halagan las fogatas. En tiempo coge la uva el viñatero, Y el mosto hace correr bajo sus plantas; Otro tiempo de yerba hace manojos, Y con ralo azadón la tierra escarba. Tú mismo puedes en cercados huertos Poner legumbres, y ordenar las plantas; Tú mismo puedes a tus sementeras Tornar los claros arroyuelos de agua; Y cuando venga de injertar el tiempo, Acomoda una rama a otra rama; Para que sea gusto ver el árbol Adornado quedar de hojas extraiías. Luego que este recreo te posea, Amor se irá volando en torpes alas. Puedes también cazar, que muchas veces Huyó Venus vencida de Diana: A la liebre veloz con perros sigue, O en la cumbre del monte redes arma; Ora atraviesa y rinde jabalíes, Ora a los siervos tímidos espanta; Que por la noche fatigado el cuerpo, 'Sueño tendrás, no ideas de la ingrata. Ocupa menos, pero al fin ocupa, Las aves apresar formando trampas: O poner en la punta del anzuelo Cebo con que engañado el pece caiga: Engáñate a tí mismo en estas cosas Hasta que pierdas tu pasión infausta. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.6, 1949
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