Fénix 6, 511-589

Ten siempre un Pílades que consuele a Orestes: Sírvante de algo en esto las alianzas De la dulce amistad ¿De qué nacieron Los tormentos de Filis? De que estaba Sin compañía en la secreta selva. Iba allá, como suelen tropas bárbaras Ir con el pelo desgreñado al culto De Baco Edonio, y ya la vista alzaba Mirando como quiera al ancho océano Y en la arena caía ya cansada: "Infiel Demofoon, pérfido amante"; Decía a gritos a las sordas aguas, Interrumpiendo con sollozos tristes El golpe de su llanto y sus palabras. Estrecha era la senda y denegrida Con largas sombras, por donde a la playa Se acercaba por veces repetidas: La novena fué ya, y desesperada "Veamos, dice, sea lo que fuere": Mira, y pálida queda al ver su faja; Alza los ojos, vé los altos ramos: Ya vacila, ya emprende, ya desmaya; Teme; en su cinto al fin ensarta el cuello; iAy Filis! ¡Quién allí te acompañara! Tú! oh Selva! si no hubiera estado sola, No la vieras morir, ni te agostaras! Tú, mujer, a quien un varGn olvida, Tú, varón, a quien una mujer mata, Llorad de Filis la sensible muerte, Y huíd la soledad: que fue su causa. ESTROFA XI Mas no con amadores f e acompañes Un joven obediente hecho tenía Cuanto manda mi musa, ya se hallaba A punto de fondear salvo en el puerto; Mas con varios amantes se acompaña, Y al instante recae; pues Cupido Que su flecha escondió, volvió a las armas. Tú, que amando te ves contra tu g~ s t o , Huye las compañías que contagian; Ellas aun al ganado son fatales; Y los otros que ven ajenas llagas, Si de ésta especie son, dañados quedan. Muchos males de un campo en otro pasan, Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.6, 1949

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx