Fénix 7, 340-354

estos modelos, publicados con la regla respectiva, hubieran facilitado algo más el ma- nejo del texto. No aboga el autor por el catálogo diccionario ni por el clasificado, sino que hace de ambos una exposicióri clara y didáctica de lo que concierne al ordenamiento y utilidad de cada uno de ellos. Hasta ahora, América Latina no cuenta, en lengua española, sino con las contribu- ciones de Jorge Aguayo y Carlos Víctor Penna en materia de catalogación y clasificación. Si el prinero ha resumido la técnica norteamericana publicada en inglés, el segundo ha demostrado una tendencia a la técnica franco-belga, con el propósito de crear el futuro código latino americano de catalogación. Ambos profesores deben ser justamente apreciados por haber escrito los manuales técnicos de mayor utilidad y más modernos en la enseñanza de la clasificacióti y catalo- gación en !as Escuelas hispano-americanas de bibliotecarios. A1 reseñar el Manual del profesor Aguayo, los bibliotecarios peruanos no podemos referirnos a él sino con la gratitud debida a su labor, que resultó desde luego tan fecunda en la Escuela Nacional cle Bibliotecarios de Lima. Su libro será en todo momento para nosotros una importante fuente de consulta. DANTON , PERIAM J. La Formación profesional del bibliotecario. [Paris] Unesco, 1950. vii, 104 p. 22 cm. (Mailuales de !a Unesco para las bibliotecas públicas No 1). Este manual, (cuyo autor, J. Periam Danton, es decano de la Escuela de Bibliote- cología de la Universidad de California, y cuya traducción ha sido hecha por Elvira Le- rena Martínez, Directora de la Escuela de Bibliotecnia de Uruguay) es otra de las con- tribuciones culturales de la Unesco, destina6a a crear en toda la América Latina, un es- píritu tendente al establecimiento de Escuelas de Bibliotecarios. Partiendo del principio de profesionalizar la actividad bibliotecaria, indica clara- mente las normas que deben seguirse en cuanto a la dirección, la administración, los pla- nes de estudio y las condiciones generales de cada uno de esos centros de preparación profesional. Es decir, de cada una de las Escuelas que propugna. Dentro de este planteamiento general, dedica atención muy especial al sentido que debe tener esa preparación, insistiendo en que el cuerpo de bibliotecarios no es solamen- te un grupo de persorias capaces de alcanzar libros, sino -y esto es lo primordial- ca- paz de servir adecuadamente de guía Útil y eficaz a todas las personas que recurren a ese servicio. Y, sentada esta cuestión previa, instste en la necesidad de reclutar el alumnado de esas escuelas, en centros de instrucción avanzada -Escuelas e Institutos Superiores, Uni- versidades, etc.-, cuyo alto índice cultural les permitirá, lógicamente, ser bibliotecarios más aptos que los que no posean esas condiciones. Para el común de las gentes, la Biblioteca está representada por el bibliotecario. Como es claro. mientras mejor sea éste, mejor será la Biblioteca. Mayor será el servicio que podrá prestar, puesto que habrá conquistaclo la confianza y la simpatía públicas. Toda esta política no puede concluir lógicamente a la salida de la Escuela. Ella más que nadie conoce las posibilidades reales de cada uno de los graduados. Entonces, ella deberá ser también la que señale pautas para la ocupación futura de sus graduados, procurando ubicarles en los lugares donde más eficazmente puedan desarrollar su labor profesional. En suma, la tarea de una verdadera Escuela de Bibliotecarios es la creación de un cuerpo activo, que pueda responder a las necesidades de todo ese enorme público que con- curre a las Bibliotecas, no solo a leer por su cuenta, sino, muchas veces, en busca de ayu- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.7, 1950

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx