Fénix 8, 395-418

406 FENIX rrama a manos llenas el autor". Y, en verdad, no merece otra calificación el escrupuloso y profundo trabajo que había cumplido, al fijar la huella biblio- gráfica del descubrimiento y la conquista de América, pues en él había sin- tetizado los vastos estudios destinados a preparar una historia sobre aque- llos hechos. Según lo hiciera menester la índole de los impresos descritos inserta: crítica de su contenido, apuntaciones biográficas de los autores, infor- maciones coincidentes de los documentos coetáneos, observaciones sugeridas por las reediciones o las traducciones, trascripción de los fragmentos particu- larmente reveladores, y aún la indicación de las fuentes que amplían o utili- zan sus datos. Y como todas las publicaciones, perfectamente colacionadas, aparecen dispuestas en estricto orden cronológico, resulta obvio que la obra es una verdadera historia del espíritu aventurero y las imbricadas alternativas de los viejos fastos americanos. Su autor excede el deber del bibliógrafo, sin duda alguna, pero así ha dado culminación a una bibliografía ejemplar. Henry Harrise animóse a iniciar su tarea cuando le fué franqueada la rica biblioteca de un coleccionista neoyorkino y después que la hubo estu- diado continuó a través de Estados Unidos la búsqueda de las piezas que com- pletasen sus referencias. Apuró entonces las angustiosas dificultades que sue- le deparar una investigación concienzuda. Unas veces debió tomar sus notas de una "manera apresurada, por el temor de agotar la paciencia del inseguro propietario, que frecuentemente considera y trata al estudiante como un la- drón embozado, un intruso o un parásito". Otras veces, al exhumar los apun- tes hechos en diversas ocasiones, vió surgir de ellos "innumerables ideas y su- gestiones, que permanecían estériles porque necesitaban ser controladas y fructificadas mediante frescas referencias a trabajos examinados para un pro- pósito diferente, y mucho antes de germinar estas tardías pero bienvenidas nociones". O conoció el desconcierto y la zozobra, al emplear solo cortos días en el examen de alguna biblioteca para la cual habría requerido meses, a fin de evitar arduas investigaciones; al recorrer largas jornadas tras las obras de consulta que deseaba revisar y, en alguna ocasión, hallarlas en el polvorien- to desván de una iglesia ruinosa, donde hubo de soportar una gélida tem- peratura; al tomar en sus manos un libro que yacía olvidado en algún anaquel, sin que jamás hubiera perturbado su reposo la mirada del hombre. Y, si tales detalles revelaban la pasión del bibliófilo, abnegadamente consagrado a superar los obstáculos que privaban al libro de transmitir su fraterno men- saje, eran alegados por Henry Harrisse para anunciar al lector de su Biblio- theca Americana Vetustissima que ésta constituía su "primera y Última ten- tativa en la bibliografía americana". No prevaleció el desaliento que entrañaba la mencionada resolución, porque más vigorosa era la cautivante atracción del trabajo acometido. Y pasó a Europa, donde comprobó que las bibliotecas públicas guardaban muy pocos de los libros que originalmente difundieron en el Viejo Mundo íos su- cesos del descubrimiento y la conquista de América, y que ni aún ricas y an- tiguas instituciones podían compararse, "en este aspecto, con tres o cuatro bibliotecas privadas de Estados Unidos". Examinó colecciones de Italia, Aus- tria, Suiza, España y Francia. Y, pese a la presunción que, al publicar la Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.8, 1952

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx