Fénix 8, 395-418
INTRODUCCION A LA EIBLIOGRAFIA PERUANA 411 a manera de ejemplo, que la relación anónima de 1534 y las crónicas de Fran- cisco de Xerez y Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, fueron impresas en Sevilla, al igual que el discurso de Juan Ginés de Sepúlveda acerca de las justas causas de la guerra contra los indios y !os tratados que en defensa de éstos publicó fray Bartolom6 de Las Casas; y que en la misma ciudad apare- cieron, las primeras ediciones de obras tan importantes como las del paleritino Diego Fernández, Agustín de Zárate y José de Acosta. De las imprentas his- palenses salieron, sucesivamente, la versión de las Heroidas burilada en Li- ma por Diego Mexía de Fernangil, las encandiladas octavas de Diego de Ho- jeda, el canto entonado por Pedro de Oña en loor de Ignacio de Loyola, e1 "catálogo" en el cual presentó Anello Oliva algunos jesuítas del Perú, la exé- gesis que a Santa Rosa de Lima consagró Juan de Vargas Machuca; la sem- blanza de Juan Masías, trazada por Alonso de Toro; las amenas relaciones sobre las andanzas de la Monja Alférez, los opúsculos del doctor Francisco de Figueroa, el tratado de Joseph de Veitia y Linage sobre las relaciones co- merciales entre España y las Indias, y, a su lado, las diversas ordenanzas que regulaban las funciones de la Casa de Contratación, las gacetas destinadas a propagar en España los sucesos del Nuevo Mundo, los sumarios de Geogra- fía y Cosmografía en los cuales se consignaba los conocimientos de la época acerca de América; y las publicaciones motivadas por la vanidad, la devoción, el interés político, las especulaciones mercantiles, o la simple curiosidad que la fantasía y la distancia excitaban. Basta atender a las observaciones hechas con respecto a las prensas his- paienses, para colegir cuán nítidamente ilustra la Biblioteca Hispano-Ameri- cana (1493-1810) sobre la progresiva incorporación del Nuevo Mundo a la órbita de la cultura occidental, y sobre ios sucesivos perfeccionamientos que se ha logrado en lo tocante al conocimiento de sus valores humanos y natu- rales, desde que fueron dadas a la publicidad las famosas cartas enviadas por Cristóbal Colón a los secretarios de cámara de los Reyes Católicos, para co- municarles el venturoso resultado de su empresa, y el papa Alejandro VI tra- zó una línea imaginaria para dirimir las competencias marítimas de España y Portugal. Renováronse las viejas descripciones del planeta, debidas a Pto- lomeo y Marco Polo, cuando el licenciado Francisco Núñez de la Yerba incor- poró (1498) la mención de las ignotas tierras en su breve cosmografía, y Ro- drigo Fernández de Santaella agregó (1502) apuntaciones alusivas en la po- pular relación del viajero veneciano. Luego, las cartas de Américo Vespucio dieron precisión a los contornos del continente recién descubierto; los conquis- tadores abrieron rutas de penetración y sus cronistas anotaron costumbres y sucesos, en tanto que los navegantes establecieron coordenadas y posiciones geográficas; y se difundió una vasta inquietud por saber y decir nuevas infor- maciones sobre las llamadas Indias Occidentales. Adquirieron éstas lugar de privilegio en las sucesivas ediciones alcanzadas durante el siglo XVI por las "cosmografías" o "sumas geográficas" de Martín Fernández de Enciso ( 1519), Juan de Sacrohosco ( 1526), Francisco Faleiro ( 1535), Pedro Apiano ( 1548), Jerónimo Girava (1556), Abraham Ortelio (1568) y Ginés Rocamora y To- rrano (1599); en las cronologías de Lucio Marineo Sículo (1530), Florián de Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.8, 1952
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