Fénix 8, 395-418
orígenes todas las relaciones corrientes, sean ellas verdaderas o erró- neas, siempre que conciernan a las materias de su estudio. La tarea de extractar la síntesis requerida, de los materiales así suministra- dos, compete exclusivamente al historiadar. Según se verá, la bi- bliografía, así comprendida, asume un carácter enciclopédico, merced al cual estimamos necesario poner la ciencia en contacto más estre- cho con los estudios históricos. Estamos prevenidos de que limitar la provincia de :os biblió- grafos a labores tan áridas y poco atrayentes, es echar fuera de !a profesión a muchos investigadores acuciosos, que están dispuestos n hacer intensos esfuerzos e11 beneficio de Ias rarnas conexas de! cono- cimiento, pero a los cuales no se les puede conducir fáci71nente a abdicar su derecho de juzgsr y decidir, X o obstante, cieberáa con- siderarse una meritoria ocupación para los bi'u!iógrafos poner en jue- go las aptitudes analiticas que demanda la especialidad a la cual es- tán consagrados; y cualesquiera que sean les privaciones irnplicitas, sostenemos que no debiera dedicarse a 1s bibliografía quien no mire esta ocupación como adecuada y honorable. S610 es "llamado y cs- cogido" para tales labores quien de verdad busca solaz y r~f ug i o er, los libros, y los ama fundamentalmente en razón de la irdependen- cia que ellos confieren. Síntesis de vastos conocimientos, pero siempre oscurecida y limitada por las exigencias que determina la órbita de un libro, o la huella humana de su autor; de insospechables proyecciones en el desarrollo de la investigación. pero alejada de la brillantez que cautiva la afección del lector; esencialmente generosa, útil, sencilla, pero árida, la bibliografía no corresponde en algunos casos a las pacientes búsquedas, ni al afanoso celo de quien a ella se dedica. "Ocurre a veces que la suerte halla lo que no puede alcanzar l a diligencia del investigador" -según lo advirtiera José María Valdenebro y Cisneros (5)-; y no falta quien donosamente advierte en ella una omisión, y no re- para en los centenares o millares de noticias que la bibliografía rescata del caos y la dispersión, ni en la circunstancia de ser el propio bibliógrafo quien tiene más clara conciencia de los vacíos y los puntos vulnerables de su trabajo. Justamente lo subraya Antonio de León Pinelo, al declarar que había dispues- to "una copiosa Biblioteca, en que se hallan, si no todos los Autores que de las dos Indias han escrito, los más que muchas diligencias y no poco gasto pudo juntar". En palabras que José Toribio Medina gustaba hacer suyas, José de Rezábal y Ugarte observaba cuan perjudicial era para los progresos literarios el pretender que las obras bibliográficas saliesen perfectas de las manos de sus autores. Y Mariano Felipe Paz Soldán: "abro el camino, otro llenará los vacíos y rectificará los errores". E n consecuencia, ha de estimarse en la bibliografía su preparación me- tódica, antes que la integridad del escrutinio; y las aportaciones que de ella se derivan, antes que sus valores absolutos. Porque es testimonio de una etapa del desarrollo de los conocimientos, y ha de verse en ella los hallazgos, (S).-Cf. la introducción de su ensayo bibliogrzífico sobre La Imprenta en Córdoba (Madrid, 1900). Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.8, 1952
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