Fénix 8, 705-709

frecuentó la Biblioteca Nacional y tUvo la amistad de Vigil, Ricardo Palma, Mendiburu, Polo, Gonzhlez de ia Rosa, Odriozola. El Correo del Perú dió a luz sus piimeros trabajos de erudición histórica. Aquí se publicó el primur iibro de Medina (1575). Nos hemos permitido insinuar, pues, la idea de que la Comisión Organizadora del Congreso Científico que Jebe reunirse en Noviembre, en Lima, acuerde entre los ~iúmeros de su programa una invitación especial al ilustre sabio, para que América entera le rinda aquí el homenaje a que se ha hecho digno por su obra. Conocimos a Medina en 1916, en su residencia de verano, en el pueblecito de Ssn Francisco, al sur de Santiago, a hora y tres cuartos por el ferrocarril de Concepción. Nos abrió la puerta la distinguida compeñera que ha hecho de él el culto de su vida, ayudándole en sus trabajos, la aristocrática señora Mercedes Ibáñez de Medina. -El señor es limeño, -nos dijo, con un hálito de s~mpatía,apenas salusamos y preguntamos por el señor Medina. -Por qué me dice Ud. eso, señora? -Por su modo de hablar.. . La señora 110s llevó, enseguida, al huerto, un hermoso bosque de eucaliptos, y allí hallamos a don José Toribio, en traje de campo, dirigiendo afanosamente las podas u limpiezas. -Este trabajo me sirve de descanso intelectual, -nos expresó. Llevándonos a su gabinete de estudio mostrónos sus trabajos entonces en prepa- ración, e hizo recuerdos de su estada en Lima, cuando era Secretario de la Legación de su país y rolaba con los eruditos peruanos de la época. Creíamos que íbamos a hallar en él al ogro, tipo geiieralizado del hombre de cien- cia por estas tierras, pero nos desconcertamos. Medina no es de aquellos sabios que, en- cerrados dentro de sí huyen de los demás como temerosos de que vayan a despojarlos de sus ocultas riquezas dolorosamente acumuladas. Delante de él se encuentra uno ante un hombre de simpática sencillez y atrayente franqueza, dispuesto siempre a eiitregarlo todo. PEDRO S. ZULEN CONVERSANDO CON JOSE TORIBIO MEDINA : En Sevilla está parando Medina en un hotel froiltero a 13 clásica Plaza del Duque de la Victoria, donde se eleva, rodezda de esbeltas palmeras, la estatua de Velásquez, que ostenta como Única leyenda, esta escueta y fuerte inscripción: "Al pintor de la ver- dad.-Su patria." En otrora fuera este hotel soberbia casa señorial. De amplios patios sevillanos con columnatas de mármol, anchos corredores lo circundan, y en uno de ellos, sentados en clásicas y auténticos butacas sevillanas de enea, con estilizada ornamentación de monte- r:a, pasamos muchas tardes en cuádruple amistad: doña Merreditas Ibáñez, esposa de José Toribio Medina, este pxolífico escritor, Mario Falcao Espalter -comisionado actualmen- t e por su país, la RepGblica del Uruguay, para documentar la historia colonial de su pa- tria cn los archivos europeos- y el que esto escribe. Los temas varian con frecuencia desde los más graves problemas políticos que en otros tiempos inquietaron a algucos pueblos americanos, hasta las nuevas orientaciones de la historiografía. Se recuerdan nombres, obras, y se revelan, en aquel transitorio y pe- queño cenáculo, con confidencias nobles y honradas, los Últimos hallazgos y las obras que cada uno prepara, con el entusiasmo por parte de Medina como en sus tiempos mozos, (a).-Trascriio de Síntesis: N? 23, p p 171-177; Buenos Aires, abril de 1929. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.8, 1952

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