Fénix 8, 705-709

TESTIMONIOS 709 Querieiido avanzar algo más eil ::uestras apreciaciones espirituales hemos pregun- tado a PKcdiiia -padre si3 hijos- si, de haber tenido descendientes, los hubiera dedi- cado a SUS aficiones, como consagró a ellas, por anior y por cariño, a su admirable com- parlera Merceditas. -No.. ., no -me dijo Medina-; ningún pacirc desea males a sus hijos. Bastante llevo sufrido yo y sólo he recogido, es claro que no siempre, penas y amarguras. Sus palabras, sinceras y nobles, tenían aire de tragedia en aquel instante. José Toribio Medina, su noble y abnegada esposa, Falcao y yo, nos hemos mirado en silencio largo rato. -Sin embargo -!e dije yo, ingenuamente-, su patria, la Argeiitina, Perú y tan- tos otros paises de Hispanoamérica festejara:) con orgullo el ciiicue~lteilariode su labor literario-científica. -Es verdad -me respondió-; pero es otra cosa. Yo esperaba algo m3s de sus labics, que me aclararan mis dudas; pero Medina prefirió callar. Debía haber algo en lo profundo de su alma que no llegaba al exterior. Intentar más, en aquel instante, lo consideraba un delito, y preferí variar la conversación. Entretanto, mirábamos hacia el patio del hotel, que en aquel momento se bañaba de sol; ebria la luz, desparramaba a raudales sinfónicas cromatizaciones sobre la azulejería tria- nera. Aquel espectáculo tan sencillo y bello, nos tranquilizó el alma y borró nuestras pe- sadumbres; sólo Merceditas, conts mujer, no podía callarlo todo y nos hablaba de su pa- dre, allá en su tierna infancia, c~iandoaprendía inglés en Washington. Evocó dulcemente a su buena madre y nombró a sus hermanos.. . Medina acaba de dar fin a su libro sobre Pedro de Valdivia, causa principal de su actual viaje a Sevilla. Para decir c6mo se le ha recibido en el Archivo General de Indias sería necesario hacer u:la críinica especial sobre el homenaje que le tributaron los jefes de dicho establecimiento, toda gente nueva en la casa, que tiene el propósito de me- jorar los servicios, abandonados hasta hace poco, por desidia o interesada labor a que se dedicaban algunos de los que acies figuraban en la planilla del mismo, y que no es el caso ni el momento de referir, ya que el gobierno español ha sabido corregir sus males. Digno de citarse es su jefe actual, don Cristóbal Bermúdez Plata, que ha mejorado y re- formado el establecimieiito y que ha hecho agradable la permsneticia en el Archivo a los investigadores que a él concurren a diario, sin citar otros detalles de carácter técnico, de los que hablaremos en otra ocasión. Sobra su mesa da trabajo en el hotel, hemos visto a Medina corrigiendo las prue- bas de su nuevo libro, conjuntamente con grabados y fotografías que enriquecerán esta nueva obra sobre Pedro de Valdivia. Días después, en el Archivo, advertimos que em- prendía una nueva investigación sobre otros temas que le subyugan. Y nos hemos que- dado sorprendidos del entusiasmo y vigor que alienta a aquel hombre pequeñito y an- ciano, y en el alma nos hemos regocijado, porque en otra ocasión lo elevábamos como símbolo viviente y aspiración suprema de los investigadores de archivo, obscuros y ab- negados obreros, que no tienen otro norte que el progreso de las disciplinas históricas, para descifrar nuestro histórico pasado, tan poco conocido y tan calumniado siempre. JOSE TORRE REVELLO Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.8, 1952

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