Fénix 8, 710-716
CRONICA 71 t zas primordiales de su grandeza y de su miseria a través de la exploración y del dotxlnlo imperial, o Viena o París o Berlín, hasta donde sabios y viajeros llevaron sus observacio- nes y sus interpretaciones. O son los archivos de nuestro propio continente donde debían hallarse la dúplica o la réplica de los archivos españoles. Así nacen y crecen los estudios sobre la Inquisición en América y en Filipinas; sobre la Imprenta en Lima, en Santiago, en Buenos Aires, en Méjico, en Manila y en otras muchas ciudades; sobre Historia Literaria; las Bibliografías y Coleccioíies de Docu- mentos; Ias investigaciones y los escritos sobre el descubrimiento del Pacífico y del Ama- zonas; las Biografías. Yo siempre busco, persigo y quiero descubrir al ser humano en mis contemporá- neos o en mis antepasados. Observar cómo viven en ellos, el bien y el mal, la virtud y el vicio, el amor y el dolor, cómo su alma ruge o canta; cómo su inteligencia vuela o se arrastra; cómo su espíritu -faro o antena- se enciende o parpadea. Y por eso he seguido al ser humano a través de la obra de Medina, en quien me parece encontrar el tipo extraordinario del que se sabe dar tam1;iéri a otras 'careas y, en unas y otras, v:i haciendo amigos y no émulos; provocando estímulo y ayuda g no erizada resistencia. Al hombre que no vive encastilado en una labor, que es esoticialrncn'ie solitaria y aislacionis- ta sin embargo; al que vincula su hogar y su trahajo en una sola unidad espiritual, al punto de que en su casa instala su imprerits y se edita él mismo sin descanso; a1 clue se expatria para que al perseguir al ciudadano no se persiga sus libros, sus papeletas bibliográficas, sus notas, su taller de imprenta; y se salven éstos sobre todo. Siento vivo orgullo de peruano cuando pienso que tan desco!lante figura, cuya con- memoración coniienza hoy con esta mesa hospitalaria y cordial en que Su Excelencia el señor Ministro de Relaciones Exteriores de Chile 110s reúne; la figura abrumadora de Me- dina, cuya gloria y cuya obra a todos pertenece, no sólo dedicó destacada parte de ésta al Perú, sino que descubrió su vocación y publicó su primer libro en Lima, de la mano con la figura cumbre de nuestras letras: don Ricardo Palma, y en comunidad de vocacibn y de trabajos con otros dos grandes historiadores del Perú, don Manuel Odriozola y don Manuel de Mendiburu. Y mi orgullo de peruano toma un tinte personal cuando sé que las puertas de nuestra Biblioteca Nacional y de nuestros archivos fueron abiertas para Medina por don Francisco de Paula González Vigil, cuya sangre es la mia, insigne prii- sador libre y hombre bueno que se irguió un día como gran tribuno de nuestras liber- tades y que presidió en patricio del pensamiento liberal la formación intelectual de clos generaciones de peruanos. Los delegados extranjeros que concurren a la commemoraciÓ;l centenaria de don José Toribio Medina, han venido, señor Ministro, a pagar en nombre de sus patrias la visita sin oropel ni estrépito de vuestro gran hombre de estudio, de vuestro gran inves- tigador, de vuestro historiógrafo, cie vuestro e r ~d i t o ,de vuestro sabio. Un día fué él, por los grandes santuarios documentales del muii6o hispánico, buscando y tejiendo los hilos de la Historia Americana. Hoy venimos, en otro peregrinaje, a la sede nativa y favorita de su gloria, para recordarle y agradecerle la fundación de las piedras angula- res de la vida 11aciona1 americin,a. Pero faltaríamos al deber claro de comprender el sentido esencial de la obra de Medina, si los americanos no vibramos en ella el más estructurado vínculo intelectual del mundo hispánico y el comúri denominador de una era de nuestra Historia, cuando una gran civiIización cristiana presidía nuestro desenvolviíniento cuItura1; cuando Am4rica tuvo una unidad espiritual que pugnamos por reconstituir, con los mismos y otros ele- mentos, en el tiempo de ahora, 130 obstante que el anacroriismo cle los recursos y de los aprovechamientos materiales ha perturbado la sincroiiización de lns expresionzs del alma americana. Que sea, pues, la obra de Medina un símbolo de la unidad espiritual del mundo hispánico que no sa rechaza, sino se atrae con la grande e indispc:isabie unidad espiritual del occidente. Agradecemos, Excrlentísimo señor Ministro, al Gobierno de Chile su invitación a la efemérides sustancial que celebramos, y su acogida; agradecemos tambitn a los iliis- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.8, 1952
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