Fénix 9, 278-351
EL PERU EN LA MUSICA ESCENICA 2 99 Antonio Neumane (o Neumann) y Luis Cavedagni como directores de orques- ta y coros, respectivamente. Fué "exornada con todo el aparato necesario". En el mlismo año la conoció el público chileno como Alcira, o La con- quista del Perú por los españoles. "La presentación de AIcira permitió a Verdi registrar «un éxito com- parable al de Ernanin, frase que desmiente la sugestión en el sentido de que la ópera no marchó hasta el segundo acto. Por lo demás, Verdi conocía sus faltas y, unos meses después, cuando Alcira fracasaba en Roma, el compositor reconocía muchas fallas, irremediables, redimidas por la obertura y el final del último acto, y en sus últimos años, asimismo, admitía que Alcira había sido «un trabajo realmente atroz*. Toye [Francis] escribe sin embargo que es la peor de las óperas de Verdi y que más vale no pensar en esta versión del dra- ma de <moblessalvajes» de Voltaire, versión a cuya falta de inspiración con- tribuyó, sin duda, el estado de salud del autor". A estos conceptos de Hussey añadiremos los de Bonaventura: . ."en tan- to que Giovanna d9Arco[estrenada en 15-2-1845] demostraba, como lo pusimos ya de manifiesto, un cuidado sumo en la factura técnica, esta Alzira aparecía descuidada, aunque no carecen ciertas escenas de efectos orquestales. /Además la «cavatina» del tenor y la de la soprano, el dúo del barítono con Alzira y la escena final están allí para probar que la Ilamla del genio de Verdi, aunque rebajada, no se había apagado. Finalmente el autor si en sus cartas al libre- tista se decía muy contento con el tema y expresaba estar seguro de que es- cribiría una buena ópera, personalmente reconoció más tarde los defectos de la misma, llegando al punto de escribir a la condesa Negroni que esa ópera era «propio bruttam, realmente fea". Como nota que relaciona a Verdi con nuestro "folklore" van a conti- nuación estas líneas insertas en una obra de Cortijo Alahija: "El doctor Adolfo Saldías [argentino] refiere haber oído a Sarmiento que hallándose desterra- do en Italia el Mariscal Santa Cruz, Presidente que fué de la Confederación Perú-Boliviana, fué visto por el maestro Verdi, quien casualmente paraba en el mismo hotel, para repetir unos yaravíes que acostumbraba tocar en su gui- tarra, que luego Verdi incorporó a su ópera Traviata". Pero diríamos que el ilustre compositor no utilizó aquellos temas mu- sicales en La traviata, sino cabalmente en Alcira. Es lógico que Santa Cruz, deportado en 1843, conociese a Verdi durante sus primeros meses europeos y que aún se hallara impregnado de nostalgias del terruño, pero parece dudoso que diez años después (La traviata es de 1853), distraído por sus cargos diplomáticos, conservase esos rezagos sentimentales. Faltándonos el oportu- no examen de la partitura de Alcira, "Unos Aficionados" nos ayudan a corro- borar este aserto cuando, comentando el estreno limeño de 1850, expresaban sobre Verdi: "no pensábamos que también hubiesen llegado a sus alcances los tiernos acentos, las lastimosas armonías, los tristes ayes del Yaraví. . ." Primera edición : Milán, Ricordi. 1: p. 13: 9: t. 1, p. 100; 10: p. 56: 14: ps. 125, 332 y 448: 15: p. 25; 17: 17 y 15?-1-1850; 19: p. 257; 30: ps. 52-53; 36: p. 68; 43: ps. 336-38; 59: ps. 64-68 y 142; 69: p. 133. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.9, 1953
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