Fénix 9, 352-412

412 FENIX escriba, como le perjudicaría depositar en mí sus destinos. Este es el mcdo de hablar de un hombre de bien, no dse un hipócrita. Ruego á mis conciudadanos, al retirarme del ministerio y de la im- prenta, que perdonen mis defectos y disculpen mis errores. Algunos me acu- san de hereje, otros de protector de los regulares: la acusacion se contradice. Soy tan católico como fueron los primeros fieles. Me ha parecido, que no hubo autoridad para variar constituciones aprobadas por los papas, sin tocar en la unidad: me afirmo sí, en que toda ley por buena que parezca y lo sea en su caso, es perjudicial si de antemano no es preparada. Me guardaré bien ' de sostener en. el Congreso lo que sé, que no ha de ser bien recibido por la nacion. He dicho que vamos á formar los pactos, y la esencia de estos con- siste en el consentimiento. Pero mientras los representantes legítimos reunidos, vamos á chocar con infinitas personas é intereses, que es preciso sacrificar al bien jeneral, ¿cuál es la garantía que nos prestan nuestros constituyentes? No hago sino presentar unas mismas ideas muchas v'eces. Es preciso, mientras no veo que producen el efecto para que las propongo. Conciudadanos: union, union entre nosotros. No se hable mas de godos, rivaguerinos, vitalicios. Se va á cerrar el templo de la guerra, y abrirse el ]p. 71 de la paz. Los sacrificios no deben ser de sangre, sino incruentos y pacíficos. No digo por esto que renunciémos á 12s armas; por el contrario, es una de las garantías, pcrqu'e reconvengo. Ninguno podrá ser libre, si no es soldado. Hay razones muy circunstanciadas para ceer que habrán casos, en que el Perú todo, sea indispensable que se arme. Cuando no fuese cautela necesaria contra los extranjeros, ?quién sabe si saldría de nuestra misma fa- milia una serpiente, que quiere hacer su cueva en el tronco dqel mismo arbol de la libertad? Cuando al toque de una campana ó un tambor, todos los ve- cinos puedan correr con sus armas á las plazas, entonces ni los limítrofes se atreverán á aproximarse, ni los ambiciosos se decidirán á proyectar en contra de nuestros derechos naturales y sociales. Perdonad los consejos frios de este viejo, que muy cerca de su fin no pide á la Providentia otro plazo de vida, que el que ha de invertirse en formar nuestra Constitucion, y establecer su gobierno. MUY HUMILDE SIERVO de mis compatriotas, Manuel de Vidaurre Lima 1827: Imprenta Republicana por J. M. Concha. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.9, 1953

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