Fénix 9, 424-435
TESTIMONIOS 425 -Sin titubear, amigo mío, yo puedo afirmar que la figura mis grande que ha tenido el FerÚ es Don Ricardo Palma. -¿Podría usted darme alguna razón que justifique su pensamiento? -No tengo ningún inconveniente, y antes, por el contrario, me place dársela. Yo creo sinceramente que Ricardo Palma, el tradicionista inmortal, ocupa el primer lugar en nues- tra literatura, porque ningún otro escritor como él logró tener un estilo tan propio, lo cual es, sin duda, lo que más fuerte personalidad da a un artista. Y naturalmente el estilo es una de las más fuertes características de la obra maravillosa de Palma. Después de él son muy pocos los que han conseguido destacarse como escritores de estilo sui-géneris. -Y hay algo más, -me dice GAIvez-. Su obra es de una belleza tan sugestiva, tan sugeridora, tan llena de suaves encantos que a medida que el tiempo transcurra, se le irá apreciando mejor y queriéndola más. ¿Y sabe usted por qué? -Usted tiene la palabra. . . -Porque acaso uno de los méritos más destacados de Palma es el haber espigado, con un amor verdaderamente apasionado por nuestras viejas cosas literarias, en campo propio, lo que, indudablemente, no han hecho otros escritores de grandes o pequeños relieves. Que ha habido en el Perú intelectuales prestigiosos. en los que se observa los detalles del genio, es incuestionable. Algunos de ellos consiguieroil, en cierto modo. monopolizar la atenc~óiipública. Pero nadie ha sido como Palma, y, seguramente, tardará mucho tiempo en que aparezca en nuestro campo literario un escritor de mayor singularidad. JOSE CARLOS MARZATEGUI Se me presenta una nueva y grata oportunidad de estrechar la franca mano de José Carlos Mariátegui, uno de nuestros más firmes valores intelectuales, quien, no obs- tante su grave dolencia, cuya aguda crisis ha pasado felizmente, conserva sin embargo, una bella lozanía espiritual que sirve de estímulo y ejemplo a tantas almas timoratas, es cordial mi simpatía por este escritor que ha logrado -rara avis- una filiación y una fé. mien- tras otros se esfuerazn por ocultar sus sentimientos propios, acaso por considerarlos como un pecado. -Nunca he sentido la urgencia, --me dice cuando le hago mi pregunta- de encontrar entre nosotros la figura máxima. Pero usted me pone delante de la interroganción y hay que responder. Empezaré, a mi vez, por plantear otra cuestión: la de la imposibilidad de que una figura conserve un valor absoluto en todos los tiempos. Precisamente acabo de escribir en un artículo sobre "Jeanne d9Arc" de Delteil que los personajes de la his- toria o de la fantasía, como los estilos y las escuelas artísticas y literarias, no tienen la misma suerte ni el mismo valor en todas las épocas. Cada época los entiende y los conoce desde su peculiar punto de vista, según su propio estado de ánimo. El pasado muere y renace en cada generación, y los valores de la historia, como los del comercio, tienen altas y bajas. -¿Cree usted que es así? -Sí. Tal es mi pensamiento. Porque en el arte la fluctuación y la inestabilidad de los valores son muy claras, muy netas, muy precisas. Ha habido épocas enamoradas de Mi- guel Angel. Ha habido otras que han delirado por el barroquismo. Y, en cambio, otras han preferido a los prerenacentistas, por ejemplo, la nuestra. Soy, pues, en estas cosas relativista. Una valoración está siempre subordinada a su tiempo. -¿Pero podría usted precisar su opinión? -Como no. Pero antes habría que comenzar primero por definir la literatura peruana. ¿Cuándo principie? ¿Desde cuándo es peruana? La literatura de los españoles de la colo- nia no es peruana. Es española. Hay, sin duda, excepciones. Garcilaso de la Vega es una de ellas. En éste el sentido indígena está en la sangre. Está en una vida que res- pira aún el hálito del imperio. Y Garcilaso es una de las cumbres de toda nuestra his- toria. Mi distinguido amigo se explaya alrededor de este tópico tan interesante, y luego, concretando sus ideas, me dice en forma bastante precisa y concreta: -Se dice que la historia de toda la literatura se divide en tres períodos: el colonial, el cosmopolita, el nacional. En el primero, un pueblo, literariamente, no es sino una co- lonia de otro. Su literatura tiene una metrópoli. Hace poco tiempo nuestra literatura ha salido de este período. Estamos en el período en que concluído el dominio exclusivo de Espana, la literatura en el Perú experimenta diversas influencias extraiijeras. Y hay que senalar dos fenómenos interesantes. -?Cuáles son ellos? -En el período colonial no supimos sino suspirar ~ostálgicamentepor el virreinato y cantar engoladamente las glorias de España. En este período de las influencias cosmopolitas y extranjeras, buscamos en cambio, lo indígena. En el Perú independiente, -independien- te ya hemos visto hasta qué punto, al menos en literatura-, se destacan, para todos, las Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.9, 1953
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