Fénix 9, 81-196
FENIX SENTIDO Cuando Dávalos da por sentado que nadie se ha ocupado del tema de la defensa de damas, ignora o parece ignorar la tradición que pesa sobre sus hom- bros (Coloquio XLIV). Ni es verdad tal afirmación, ni es cierto tampoco que él sea el primero, como insiste en decir en la propia Defensa: conoce que la suya es empresa difficultosa y que quien la asume mas glolria gana cuanto más ofende; se empeña en ella antes que porque pueda ser vencido: ni porque tenga dubda mi viforia, ni por el riesgo de quedar corrido, no consumando tan insigne historia; mas es señora, por auer yo sido primero, en aspirar a tanta gloria. (111, 2 bcchde) Harta razón tenía Menéndez y Pelayo para considerar a la Defensa "como la segunda parte" de la Miscelánea austral. No es, en verdad, sino el último coloquio de la obra, que aparece anunciado al finalizar el coloquio anterior, según costumbre con que Dávalos cumple a menudo, tomada proba- blemente del Cortesano, pero con claros antecedentes en las formas tradiciona- les españolas, como podrían ser las del Laberinto de Mena. Este coloquio ú1- timo, todo en verso, que no ofrece digresión alguna porque centra en un mis- mo propósito de contenido la intención de Dávalos, aparece así como libro in- dependiente. Es Delio solamente el que lleva la responsabilidad de la con- versación, y el aire coloquial que a lo largo de la Miscelánea se mantenía a través de las intervenciones de Cilena anuncia sus rasgos, muy débiles cierta- mente, en los apóstrofes y en las reflfexiones con que el poeta interrumpe de pronto la natural fluidez de sus ejemplos en la Defensa. Nace la Defensa con bien definido propósito: alabar a las mujeres. Em- presa difícil, según la propia calificación de Dávalos. El vituperio parece es- tar del lado de las empresas fáciles; hablar mal de la mujer es camino más Ile- vadero, y como tal lo tiene el cabrero enamorado de Leandra en el Quijoie: "Yo sigo otro camino más fácil, y a mi parecer el más acer- tado, que es decir mal de la ligereza de las mujeres, de su in- constancia, de su doble trato, de sus promesas muertas, de su fe rompida, y finalmente, del poco discurso que tienen en saber co- locar sus pensamientos e intenciones" (1, 5 l ) El cabrero parece apuntar así a todos los lugares comunes en que coincidía la censura misógina. Como tal empresa, la Defensa es obra de circunstancias, donde la originalidad apenas si muestra sus ligerísimas hilachas, y donde la ha- bilidad en el versificar, diestra a veces en algunos poquísimos ejemplos, está muy lejos de ser la flúida y rica que la Misceláulea ostenta. Cantar a la mujer, en momentos en que aparece la Defensa, es -PO- dríamos pensarlo así- empresa nueva en América. En este sentido, quizá Dá- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.9, 1953
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