Fénix 9, 81-196
ESTUDIO Y EDICION DE LA "DEFENSA DE DAMAS" 9 1 valos tuviera razón en creerse el primero, descontado que no podía conocer los intentos de Oviedo, y que es muy difícil establecer hasta dónde llega la loa y el vituperio en el romance de Oquendo, inédito por entonces como Oviedo. Pero es también un género literario contra el que rompe, por ejemplo, la voz de Ercilla en su Araucana: No a las damas, amor, no ge~tilezas de caballeros canto enamorados . . . . . . . , . . . . . . . * . . . mas el valor, los hechos, las proezas. La mujer estaba al margen de la épica, y misión de Dávalos será en- tonces escribir la epopeya que le niegan los que, embebidos por las guerras incipientes de la América recién conquistada, buscan otros temas y otros moti- vos de inspiración. Por eso hablará Dávalos en la MisceIánea de damas, de amor, de gentilezas de caballeros enamorados (de los que él es cabal exponen- te), d,e amorosos afectos: precisamente de todo cuanto no quiere tratar Ercilla como punto capital. Y fundará su elogio en el valor, los hechos y las proezas de algunas mujeres ejemplares. En buena cuenta, la Miscelánea es la ofrenda de nuestras tierras antárticas a la mujer, exaltada en la erudición y en el re- cato de Cilena, en su saber fecundo y en su tierna presencia que sirve a Dá- valos de inspiración feliz. Decíamos que la Defensa no era en modo alguno tema nuevo en la li- teratura. Viene reconociendo larga tradición. Y en horas en que la acogen las prensas de Antonio Ricardo, son varios los polos y muchas las influencias que pueden ofrecer a Dávalos inspiración y modelo. Por un lado, Castiglione, que aparece cuando la idea escolástica y medieval de la mujer "animal im- perfecto" estaba superada, y cuando hay más tendencia a mirar a Plutarco y San Jerónimo ( MARIAROSALIDA, RFH, IV, 341). Por otro lado, y siempre por la vía italiana, el nombre de Boccaccio (que vitupera y alaba), en cuya huella sitúa María Rosa Lida a la obra de nuestro ecijano (ibíd., 336); para ella la Defensa representa precisamente el término de la huella de Boccaccio. Por el lado español, bastará con hojear (y ojear) los capítulos precedentes para ver en qué corriente está nuestro autor. Su originalidad habrá que bus- carla en la manera de seleccionar sus mujeres, selección que servirá para ras- trear ideas, influencias y lecturas, con largo beneficio de inventario. Claro es que la obra de Dávalos, como Ia mayoría de los documentos profeministas español'es, no exige documento contrario que contestar (ORNS- TEIN, RFH, 111, 223), y si ci algo responde es a cumplir con los mandatos de la galantería española (ibíd., 231). Se ofrece, naturalmente, -y valga el an- tecedente del Laberinto otra vez- como un catálogo de heroínas de la anti- güedad, sistema que con el de la consiguiente apología hallábase diluido en el libro que, tratando del Amor cupidíneo, integraba el Tractado de la hermosura que Maximiliano Calvi publicó en Milán en 1586, tomando modelo e informa- ción del De PuIchru y del libro De amore (Lugduni, 1549) de Agustín Suessa- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.9, 1953
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