Fénix 9, 81-196
la semántica y paremiología hallarán en ella curiosas e insospechadas pruebas del mundo lingüístico de Dávalos, por lo demás ni muy por encima de nues- tras más elementales sospecha? ni muy por debajo de cuanto podría presumir- se en la información de un erudito y letrado del XVI. El estudio de la lengua de la Defensa lo haremos según los rasgos más interesantes que se ofrezcan al estudio técnico. ACENTUACION La hora de vacilación fonética por que atravesaba la lengua a fines del siglo XVI tiene en la Defensa documentación clara en las vacilaciones acen- tuales, sin embargo de que algunas de las que se observan bien podrían consi- derarse como obedeciendo a necesidades de la versificación, lo que si por un lado justifica el cambio como licencia, no deja de admitir la explicación de la convivencia de ambas formas en momentos de vacilación y de duda, de que es fiel testimonio la ortografía misma. Por otra parte, algunas de estas vacilacio- nes no puede dejar de atribuírse a la general preferencia de la lengua espa- ñola por la acentuación paioxítona, en contra de las acentuaciones esdrújulas, testimoniada ya en Nebrija (Gramática, 11, 2). Cuatro son los ejemplos saltantes de la Defensa en materia de vacila- ción acentual. El primero, y quizás el más sugestivo, es el caso de Penélope, con acentuación paroxítona autorizada ya en la lengua desde el siglo XV (ca- so típico el de Mena, Laberinto, 64 f ) y que aparece en la obra de Dávalos en sus dos formas (1, 29 a; V, 71 a). Otro caso es el de Calíope, con acentuación llana (1, 2 b), quizá por tendencia romlánica a desplazar el acento, según pien- sa María Rosa Lida (Juan do Mena, poeta del prerrenacimimto español, Méxi- co, 1950, 279). Los siguen el ejemplo de Cesárea, en que se busca romper evidentemente el esdrújulo para igualarlo con la acentuación que alcanza a la mayoría de las voces en -ea/-eo (Cf. Macareo, 111, 52 f), y que mantiene su acentuación llana en las tres oportunidades ,en que se registra (1, 75 a, 76 ci, 82 a). Otro caso interesante es el de Abdalá (1, 92 b), donde se hace visible una lejana influencia de las acentuaciones medievales para nombres árabes, popularizadas por el romancero. Es curioso que, siguiendo la costumbre de entonces, no exista signo tipo- gráfico de acentuación, que sólo aparece marcado en !a obra cuando se quiere consagrar una acentuación especial, ajena a la general de la lengua, como en los casos anotados. Sin embargo, aparece registrada en Hécuba (11, 29 b), en el mismo verso en que Priamo (sic) se considera como esdrújula a los efectos de la versificación. No podemos generalizar la total repulsión de las esdrújulas en la De- fensa. Aparecen especialmente en las voces cultas y en la onomástica griega. Así, por un lado: bélico (1, 1 e, 72 c, y passim); femíneo (1, 6 g); arfífice (1, 14 ch); fábrica (1, 18 b); venérea (1, 32 ch); plácido (1, 66 a); áspero (1, 68 ch y passim); cólera (11, 20 c, 71 c ) ; míseros (11, 31 a ) ; purpúreas (11, 59 d ) ; pérfido (111, 9 c ) ; pestíferos (111, 22 f ) ; ánimo (IV, 1 e y passim), con el agregado de la voz rústico (1, 4 a). Por otro lado, Séneca (1, 5 g); Eurípides Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.9, 1953
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