Primer Congreso Constituyente

ACTAS DEL SENADO EN TRUJILLO 355 Leyóse, por fin de la sesión, el recurso de don Santiago León y Valdivieso, defensor de los menores don José Antonio Echeandía y doña Josefa del Castillo, mandados comparecer del lugar de su nacimiento, en esta capital, por el Gobernador eclesiástico, sin embargo del estado de preñez de aquella, de cuya notificación resultó que abortase. Estaba acusada de haber contraído precipitadamente un matrimo– nio prohibido por el Concilio de Trento, y ocurre al Senado el antedi– cho León y Valdivieso, por no haber tribunal ante quien pueda verifi– carlo, en apelación del pronunciamiento del juez eclesiástico, que ade– mas de la infamia con que cubre a los menores insinuados, ha sido cau– sa del aborto de doña Josefa del Castillo. Los honorables señores conociendo que si entretanto se instala el tri– bunal de 2a. instancia mandado formar por supremo decreto de. . . no se ampara a los que recurren contra el eclesiástico, no se consultarían, como es justo, los derechos de los ciudadanos, acordaron que el Go– bernador eclesiástico informase con autos, suspendiendo la ejecución de la providencia de que se reclama. (Obin. T. I, pág. 342). SESION DEL DIA 16 DE OCTUBRE DE 1823 Se acordó que en el día se instalase el tribunal de 2a. instancia. El H. señor don Julián de Morales dijo: En la historia de los pueblos, de las revoluciones y los tiempos se han leído siempre los testimonios mas sinceros de admiración, gratitud y respeto que se debe a los héroes. Los nombres de éstos se han in– mortalizado recibiendo su homenaje la virtud. Inútil sería referir el ca– tálogo de tantos varones ilustres que han honrado sus siglos y a quienes recuerda la posteridad agradecida: son muy conocidos y nos han servi– do de modelo. No hablo de aquellos genios devastadores, cuya ciencia ha sido asolar y destruir; me contraigo a esos hombres benéficos, ami– gos de la humanidad, que han hecho felices a los pueblos por la pura satisfacción de obrar el bien. Hablo de Runfordt, de Washington, hablo del señor Riva Agüero. Muchos años ha que este virtuoso limeño trabajaba en España y Francia por la libertad de las Américas, despreciando los altos puestos con que se le provocaba para servirse de sus talentos. Firme siempre en sus ideas solo se ocupaba en llevarlas a su término y cuando ya lo juzgó conveniente, parte de la Península con los jefes primeros de la revolución.

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