Primer Congreso Constituyente

356 PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE Llega a Buenos Aires, donde fue perseguido por el gobierno español que tenía requisitorias de la Metrópoli, clasificándolo de insurgente. En Chile experimenta igual persecución; y en Lima fueron muy públicas las prisiones y vejámenes que sufrió para que las ignoren U.SS. Su ardiente e incomparable patriotismo lo tenía siempre ocupado en preparar la revolución. Con este intento escribió ese librito de oro, re– impreso en Buenos Aires y apreciado tanto en las Naciones ilustradas, bajo el título de Examen de las causas de la revolución de América, y con el mismo fin comunicaba al pueblo de Lima las ideas mas intere– santes para manifestarle su situación actual y para inspirar amor a la libertad y odio a la tiranía. Comunicaba con el Gobierno de Chile y lo mismo hacía con el de Quito, cuando estaba en revolución, e infatigable en procurar la libertad del Perú, no omitía nada de cuanto fuese a ello conducente. Sacrificó sus bienes hasta el extremo de vender las cucharas de su mesa, las alhajas de su madre y hermana, e hipotecar sus fincas para sostener los gastos de la revolución. Muchos miles ha invertido en ella el señor Riva Agüero, hasta la venida del ejército libertador, que cos– teó en pa~tP,. Lo auxilió en cuanto pudo, fomentó y protegió la emigr~ción de los patriotas de Lima, hacía propios a sus expensas, comuni– cando el estado de las cosas, cuyo conocimiento adquiría de los mismos tribunales; atizaba la opinión en el pueblo, y por último ahuyentó al ejército de los tiranos, que abandonó la capital por miedo del pueblo, y no a las tropas libertadoras. Cualquiera creería, y justamente, que con la entrada del ejército, el señor Riva-Agüero serla resarcido de sus perjuicios, reintegrado de sus crecidos desembolsos y coronado de laureles. Pero jamás fue considera– do sino mezquinamente en las gracias. Así es que en la Orden del Sol no fue colocado entre los fundadores no fue atendido en la distribu– ción de las fincas, ni en ramo alguno'. cuando el que se llamó por ar– bitrariedad marqués de Trujillo, obtuvo la casa de Minería, la de Bo– horques, otras fincas, y una indulgencia plenaria para todas sus depen– dencias. Asombra, señores, esta conducta, y mas admira que este virtuoso pa– triota de quien hablo tan a la ligera jamás haya desprendido sus labios pa– ra hacer ostentación de sus servicios, mucho menos para pedir la recom– pensa de ellos y la indemnización de los perjuicios. ¡Qué no le debemos 1 Le debemos una patria que sin él no existiera. Le debemos u~a patria arrancada de la inmediación de Ja tiranía en que iba sin remedio

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