La expedición libertadora

82 ces en la escuela práctica de las desgracias la revolución de los habitantes de Chile socorrida de nuestros esfuerzos, no vacila~ ría tal vez en la incertidumbre de pasiones inquietas, y sean cuáles fueren los embates de los españoles, el tiempo y la cons– tancia les sujetaría al cabo á una paz vergonzosa semejante á la que reconocieron en el año 1640 con los valientes araucanos El reino de Chile poblado de un millón de habitantes civili– zados con diecinueve ciudades principales, regado por cuarenta y dos ríos y cinco lagos, infinitos arroyos que se derraman á fer– tilizar inmensos valles, regular en sus estaciones y de un tem– peramento benigno adornado por veinte montes hermosos de maderas selectas, favorecido por once puertos sobre la costa del mar Pacífico, rodeado de ocho islas abundantes en frutos de di– versa especie, feracísimo en el cañamo y lino, cubierto de ga– nado de todas clases matizado por muchas y riquísimas minas de oro, plata, cobre y otros metales, piedras y magistrales de la primera calidad pingüe de cuanto es necesario para la comodi· dad y regalo de la vida, presenta al genio menos observador la región más fértil, rica y abundante de toda la América. La natu· raleza le ha prodigado recursos inagotables para subir al nivel de uno de los imperios más opulentos del globo. La situación geográfica le ha colocado en un punto medio para conservar im· punemente relaciones políticas y comerciales con todos los es– tados de Europa y enviar desde su seno al continente meridio· nal las riquezas, la ilustración y la abundancia. Por último, Chile, regido por una constitución liberal, bajo un gobierno prudente, activo, industrioso y moderado sean cuáles fueran las leyes tiránicas de la España y la sutileza de su gabi– nete, haría desaparecer de estas regiones en el curso de pocos años el bárbaro sistema colonial asegurando, para siempre Ja in– dependencia de Ja América meridional. Por las antecedentes observaciones juzgo haber manifestado á V. E. los motivos poderosos que impelen á la restauración del reino de Chile con preferencia á otras empresas menos útiles y más arriesgadas. Si mis ideas no han dejado la evidencia de la demostración, la eficacia del convencimiento, dígnese V. E. con su genio fecundo corregir los errores en que abunde y admitir bajo su protección los pensamientos inspirados del deseo más ardiente por el bien de mis conciudadanos. Sea yo tan feliz que este corto homenaje que tributo á mi adorada patria influya al· gún día en la inmensidad eterna de los derechos imprescripti· bles del nuevo mundo.

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