La expedición libertadora

81 La política del gobierno contendría en sus límites á aquella potencia por los medios que sugiere la conveniencia de uno y Cltro país apoderándonos antes de un punto impenetrable para adquirir respetabilidad. La posición de Chile por su situación y recursos es capaz de imprimir un carácter estable á nuestras estipulaciones y garantías, Jos derechos de la patria contarían con un asilo permanente y nuestra independencia no vacilaría en la incertidumbre de sucesos ... únicamente de la caprichosa fortuna. La consolidación del gobierno se interesa no poco en la liber– lad del reino de Chile. La mayor parte de las revoluciones inte· riores han sido cuando menos apoyadas en las tropas de línea y de la voluntad de sus jefes ha pendido á veces la existencia de los primeros magistrados de la nación. No es mi ánimo com· batir por ahora, ni sincerar algunos procedimientos de este or– den que sólo sirven para renovar un dolor irremediable pero conocida la general causa de que han dimanado deben prevenir de sus fatales efectos. Una federación ó alianza convendría prevaleciera entre el Estado de las Provincias Unidas y el de Chile si se lograse su restauración. En este caso la mitad de los batallones que se levantasen en uno y otro país deberían cambiarse recíprocamente en igualdad de número y por tiempo determinado dependiendo las tropas de sus respectivos gobiernos. Así, no teniendo los je– fes que esperar ni temer de los magistrados cuya autoridad sos· tenían, la intriga y la corrupción serían menos frecuentes, y el sórdido interés no conspiraría a la ejecución de mutaciones que han herido tan profundamente la causa de la patria. Redúzcase el objeto al extremo más lamentable, puede ser que debilitados por la guerra intestina por la oposición de opinio– nes é intereses entre los pueblos, por la falta de sistema y con– cierto en el orden político llegue día en que las provincias del Río de la Plata sucumban á la dominación española, y que los ciudadanos virtuosos sigan la senda errante de un viajero perdido; la posición de Chile aseguraría un amparo benéfico á los que escapasen del yugo del conquistador; los muros de la naturaleza qué señalan los límites de aquel reino, mejorados con las invenciones del arte pueden hacerlo impenetrable. Un terri– torio de cuatrocientos setenta y dos leguas norte á sur, ceñido por una cadena de cerros escarpados, coronados de nieve, intercepta– dos por páramos desiertos y observado de doce naciones de indios bárbaros presenta los medios más vigorosos para una defensa eterna contra los proyectos de los tiranos. Desengañados enton-

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