La expedición libertadora

138 Aunque todos los avisos de Chile, y las medidas que toma Marcó, inducen á creer que se dispone á venir sobre nosotros, yo no puedo creerlo: ¿será posible persuadirnos que ese hombre esté t an iluso, que no sepa el estado de fuerza de ese ejército, y que no tema perder en una acción todo el suyo sin tener un punto de apoyo para su retirada? ·El no debe ignorar la opinión de los pueblos que oprime, y debe por consiguiente temer que al menor contraste que padezca se le volverán en contra, le cor– ten toda retirada. Por fin si _él lo hace, será un favor de la for– tuna para nosotros. Muy bien hecho que usted remitiese los 4500 pesos que me avisa para minar las tropas enemigas. No omita usted avisarme lo que llegue á saber de lo resuelto en los consejos de guerra que tuvo Marcó. Yo creeré más bien que él toma medidas, para ponerse en aptitud de moverse según lo pidan sus circunstancias, pero nunca de esta parte de los Andes. Ya indiqué á usted el arbitrio de sacar ponchos, frazadas ó mantas para cubrir los soldados. De Córdoba no hay que espe– rarlos, porque las turbaciones de aquella ciudad por los excesos de Bulnes, no los han dejado pensar en nada, y aquí ya dije á usted también que nos los hay. Celebro que las cinco piezas de montaña hayan sido del gusto de usted. Pronto saldrá para esa el coronel Roull, de que hablé á usted en mi anterior; tiene muchos conocimientos militares, y me ha presentado un descubrimiento para la artillería de muy impor– tante valor, voy á experimentarlo luego que se prepare una pie– za, y no dudo con anticipación de sus ventajas para asegurar las punterías. El mismo lo llevará á usted con otros varios no menos útiles para la guerra. Yo creo á este oficial muy interesante, por– que además ha descubierto un genio particular para la vigilancia del ejército en su policía interior. Nada me había usted dicho del escuadrón de milicias pedido á San Luis, pero me parece muy bien, y me lo parecerá siempre todo lo que sea aumentar esa fuerza para no errar el golpe. Ya he dicho á usted y no me cansaré de rcencargarle que si el hombre grande, y el zaramullo que lo acompaña dan el más pequeño motivo de cuidado ó de recelo, etc., los mande usted á las breveras. Aquí hay algunos indicios de inquietud con motivo de la pro– ximidad de las elecciones de concejiles, que no me dan cuidado.

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