La expedición libertadora

142 ejército. Por más que lo anuncia la comunicación de Perales, yo no puedo creer que el enemigo divida sus fuerzas ni entre en el loco intento de cubrir todo el país con su corta fuerza. Las herraduras caminaron ya todas; aquí no hay una sola en los almacenes de ingleses, las primeras que se mandaron son de esta clase, y las demás se han hecho aquí reuniendo á todos los herreros de la ciudad. Estas pueden arreglarse para los caballos con muy corta operación en fragua. Veo que no hay novedad en la conducta del hombre grande y del zaramullo, no son enemigos temibles, el uno por su ingra– ciabilidad y el otro por su botaratería, pero bajo el supuesto de que no hay enemigo chico, es preciso que no los pierda de vista. Ya digo á usted al principio que en esta semana mandaré 20.000 pesos. Si esto no bastase no sé cómo lo haremos, porque c:on el maldito sistema de librar contra la aduana sin discreción ni economía, me he encontrado este mes en el último apuro. El señor Obligado me ha puesto en este conflicto, y sino lo hubiera contenido, luego que advertí la franqueza con que giraba sus Ji· branzas, para pagar á los españoles sus empréstitos anteriores, me habría dejad@ sentadQ. El malvado Moldes hará siempre males al país si no se le contiene; yo espero que se hará como usted me indica y así se ha penado, etc., etc. Quedo interesado por el asunto de Sosa que ustecl me reco– mienda. No es posible, amigo mío, dar el grado de coronel mayor á Roull, ni creo que sería prudente darle el mando de toda la ca– ballería; tampoco está en estado de mandarla, porque no sabe aún explicarse en nuestro idioma. Usted debe tenerlo á su lado y será muy útil en el estado mayor y puede irlo experimentando, dándole empresas de poca importancia, porque nunca es bueno confiar tanto de un extraño, que aunque todos los antecedentes lo indican bueno, pudiera no serlo. A virtud de lo que anuncia Perales, he dado órdenes a las administraciones de correos. Ya habrá usted visto que es cierto lo del marqués de Tojo, y también lo de Salta. Salga u sted bien de Chile, y luego les com– pondremos la peluca á todos los pretendientes y facciosos; de otro modo yo no encuentro remedio á la furiosa manía de man· dar de nuestros ignorantes paisanos, que son bárbaros é inmora– les sin igual en lo general. No tenga usted cuidado que no irá á ese ejército Ugarteche,

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