La expedición libertadora

240 do adelantar antes á la orilla izquierda del Lircay para observar el camino de Santa Rita, el escuadrón de dragones de Arequipa, dos compañías de fusileros y dos piezas de á cuatro de montaña. Du– rante la marcha recibí repetidos avisos de la del enemigo, con cuyo conocimiento aceleré el paso, consiguiendo vadear el río al mismo tiempo que él, el cual á vista de aquel paso se contuvo algo, y dió lugar á que fuesen reforzadas con el primero y segundo escuadrón de dragones de la frontera y las seis piezas de artillería de á caballo, y para proteger el paso del bosque del río, se colocaron en él al flan· co izquierdo las cuatro compañías de cazadores, siguiendo las divi– siones primera y segunda y los granaderos de marcha en columna cerrada por el llano hacia la ciudad: luego que el escuadrón de lan– ceros hubo pasado el río me puse á la cabeza de él en unión de los cuarenta hombres montados de mi guardia para reconocer perso– nalmente al enemigo. Conseguido el intento y visto sus crecidas fuer– zas dispuse que el coronel don Francisco Javier Alarcón, comandan· te general de la caballería fuese entreteniéndolo hasta que toda la in-. fantería hubiese tomado posición en las inmediaciones de la ciu– dad; la tarde se pasó en cargas de caballería y fuego de artillería. Nuestra situación era la siguiente: Los dragones de Chillán á cargo de su comandante el coronel don Cipriano Palma cubrían la derecha; las compañías de cazadores con el mismo objeto y repartidas entre las arboledas de las huertas y formando una línea por batallones el Infante, Burgos, Concepción y Arequipa; cubriendo el flanco iz– quierdo las cuatro compañías de los granaderos de los citados cuer– pos con los cuarenta soldados de mi guardia. El enemigo puso en movimiento todas sus columnas de caballería amenazando ya un flanco ya otro, hasta que metiéndose por la caja del río Lircay qui– nientos cazadores á caballo al mando de su general Balcarce trató de envolver nuestra izquierda, lo que notado al momento dispuse saliese á su encuentro una guardia al mando del teniente de fragata don Antonio María Villavicencio, el alférez don Pedro Serrano, con cuya fuerza y parte de la caballería que los atacó inmediatamente tuvieron que retirarse. Las repetidas cargas de aquella sobre la ene· miga, fueron siempre con éxito, quedando en el campo varios muer– tos. La numerosa artillería enemiga no dejó de hacernos algún daño, siendo el más interesante la desgracia ocurrida al coronel del Regí· rniento de Burgos don José María Vera, de resultas de la caída que dió por haberse muerto su caballo de una bala de cañón, habiéndole dislocado el brazo izquierdo y aporreado la cabeza, quedando por esto sin poder continuar al frente de la segunda división. El enemi– go continuando su marcha, tomó posesión de las alturas de Baeza,

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