La expedición libertadora

277 hacerles sentir la locura de sus pretensiones, y de oficio digo á us– ted que me mande 1000 soldados de nuestra fuerza y 1000 de los chilenos presentados ó prisioneros, pero no godos. Salga usted al ca~po, serénese, descargue todo lo prolijo del mando militar en quien usted quiera, cuídese usted por fin mucho; pero no me vuelva, por Jesucristo, á hablar de separarse del mando de ese ejército. ¿Qué operación, qué empresa quiere usted que yo confíe á otras manos? Ya sea 'Para sostener ese ejército y á ese país en respeto, ya para llevarlo á nuevas glorias que se presentan tan indicadas, no hay otro que usted, San Martín mío; así, pues, cuídese usted, restablézcase y sacrifiquémonos hasta que no haya qué hacer en la libertad de nuestro país. La suerte nos ha colocado en actitud de salvarlo y todo promete que lo hemos de conseguir: aliento, amigo mío, y aprovechemos á la fortuna en su hora feliz. Mi cora– zón me dice que usted no ha de ser víctima de sus males y que tiene que dar más gloria6 al país. Con mis amigos y de usted voy á tratar sobre la dirección que deba darse á esa fuerza, que deberá usted aumentar hasta 5000 hombres, y avisaré á usted de todo. Dentro de pocos días estarán aquí cínco buques armados que venían con Carrera á su empresa. Estos quedan á mi disposición y saldrán á recibir órdenes de usted en Valparaíso, sobre lo que le impondré después con más tiempo. Carrera con sus hermanos no se moverá de aquí. Sé que esos habitantes son fríos y débiles, pero eso no es un mal á nuestros intereses: será más fácil manejarlos y hacer de ellos soldados subordinados. Celebro que Alvarado haya correspondido al concepto que hice á usted concebir de él. Despácheme usted cuanto antes la nota de los que usted considere dignos de premio. Se tratará esta noche sobre Guido; pero, hijo mío, yo me que– do inutilizado si él sale de esta secretaría. El dinero de Ja casa de moneda pertenecerá á ese Estado, pero el tomado al ejército enemigo es privativo despojo de nuestras ar– mas: mándeme usted la mitad para equipar á Belgrano que me saca los ojos por la desnudez y miseria de su ejército que ha estado pri– vado de auxilios necesarios por atender á Chile. Es preciso indemnizamos y sobre todo atender á la nueva gue– rra que veo indispensable y muy próxima con los portugueses. Dos 6 trescientos mil pesos me son de absoluta necesidad y muy pronto: vea usted á O'Higgins y que los apronten los godos sin misericordia.

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