La expedición libertadora

281 Aun no ha llegado el correo de ésa; en inquietud me tiene la suerte de nuestras fuerzas sobre Talcahuano. La Serna ha bajado hasta Salta, ¡ojalá viniera hasta Tucumán! Su objeto no es otro en mi juicio que llamar la atención de los gauchos, saquear aquella ciudad y retirarse al interior del Perú. No han venido buques que nos puedan adelantar noticias de Pernambuco. En Inglaterra hay turbulencias de gran bulto: han tirado dos fusilazos al príncipe regente yendo en su coche: son varias las cau– sas a que se atribuye el descontento de los pueblos: esto es oro para nosotros. Yo no tengo tiempo para escribir a O'Higgins: pásele usted mi memoria y mis afectos al punto en que se halle. ¿Cómo le ha ido a nuestro Guido con la cordillera? Repítale usted mi cordial amistad. Ayer he tenido comunicaciones de residencia de 22 de febrero último en París. Dice que ha sido recibida con extraordinariq aprecio la noticia de que pensábamos declarar por forma de nues– tro gobierno la monarquía constitucional; pero que ha sido en proporción ridiculizada la idea de fijarnos en la dinastía de los Incas: discurre con juicio sobre esto, y me insta a que apres·ure la deciaración de la primera parte. Este ha sido mi sentir; pero no sé si los doctores pensarán de un modo igual. Madama Remedios sigue muy bien: yo felicito a usted por su conservación. Los portugueses siguen en la misma inacción y silencio: se me avisa del Janeiro que se disponía ·un refuerzo de 800 hombres: cuantos más vengan será más difícil su subsistencia en Montevideo. De sus apuros debemos nosotros sacar ventajas y éste debe ser todo el objeto de nuestra destreza sin perder de vista la destruc– ción de la anarquía. J. Miguel Carrera está en Montevideo y se me avisa de allí que piensa pasarse a Chile para formar montoneras: esté usted prevenido y adviértaselo a O'Higgins para que pague su merecido si ejecuta tan criminal intento. Adiós, mi amigo muy querido, de su Juan Martín

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