La expedición libertadora

299 y para que acordásemos lo necesario á dar el último golpe á los ene– migos; y de~de entonces no he tenido la menor noticia de usted, y aun ignoro si ha salido usted de Chile. Sin embargo que usted me dice que no q!.liere bullas ni fandango, es preciso que se conforme á re– cibir de este pueblo agradecido las demostraciones de amistad y ter– nura con que está preparado. Si yo quisiera evitarlas haría un in– sulto al más noble sentimiento, ni usted puede tampoco resistirse sin ofender la delicadeza de toda esta ciudad que prepara la carrera de su entrada con arcos y adornos al héroe de los Andes y Maipú. Es pues, de absoluta, de indispensable necesidad, que usted mida sus jornadas para entrar de día; y que desde la última parada me an– ticipe usted un aviso de la hora á que gradúe que debe llegar para que el estado mayor general, etc., etc., salgan á recibirlo á San José de Fiares, donde está situada ya una división de artillería. Una co– misión de tres amigos debe también salir á felicitar á usted. Por último, hay ciertos sacrificios que es de necesidad sufrir en favor de la sociedad en que se vive y del puesto que se ocupa. Si usted quiere entrar á caballo adviértamelo y le mandaré uno mío. Hace seis días que llegó un bergantín americano en que han te– nido la impavidez de venirse Pagola y Chiclana. El primero, habien– do tenido noticias en la mar de que yo permanecía en el directorio, temió y se desembarcó frente á Montevideo, y el segundo más atrevi– do llegó hasta estas balizas exteriores y se desembarcó furtivamen– te por la noche. Permanece aun oculto en la ciudad, y yo recelo que esté esperando la llegada de usted para presentársele pidiendo su intervención. Ya usted conoce este hombre y todos sus compañe– ros; es imposible mantener el orden sino repelemos con energía á estos facinerosos. Esté usted pues prevenido para no comprometer su mediac~ón por ninguno de ellos. Parece que Chiclana ha dicho, que Dorrego y Valdenegro habían también salido con dirección á Chile. Esta resolución combinada no puede ser sino á consecuencia de noticias que tuvieron de la conspiración de los Carrera; pues yo nunca podré persuadirme que Dorrego fuese gustoso á ponerse á la discreción de usted. En fin, hablaremos sobre estos bichos; y ya que hemos salido de dos malvados en los Carrera, no vamos á admi– tir cuatro, que no son menos malos. Adiós, mi amigo :espero con impaciencia el momento de abra– zar á usted como su íntimo, Juan Martín de Pueyrredón.

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