La expedición libertadora

311 una nueva conspiración de J. M. Carrera, contra las vidas de usted y de O'Higgins, y que presos aquí tres franceses había mandado á un oficial de mi confianza en perseguimiento de otros tres que iban ya en camino para Chile, y se continuaba la causa. En efecto, ha regresado el oficial trayéndome á dos de los franceses, y á un chi– leno llamado Vigil, que recién llegado de Europa se había unido á los asesinos (creo que és deudo de los Carrera) . El coronel Young, uno de los tres franceses, se resistió al oficial y lo dejó en el sitio de un pistoletazo, con arreglo á la orden que llevaba. Entre la co– rrespondencia de uno de estos malvados, al tiempo ó en la víspera de su embarque para Montevideo, hay unas cartas de la célebre Javiera, en las que nos hace mil honras, y está por consiguiente, presa é incomunicada en San Miguel. Hay otros varios chilenos en la colada, que no están aún descubiertos: avisaré á usted los que resulte, si la perversa Javiera Jos quiere manifestar, porque ella es el eje de esta indigna pandilla. A petición mía fué separado Holsey por w gobierno del consulado que ejercía: pidió inmediatamente licencia para ir á Chile y salió de aquí hace ya días. Tengo muchos antecedentes para sospechar, que también está metido en la liga, y y lo advierto á usted para que lo haga observar muy de cerca. Llegó hace tres días el extraordinario con la noticia del apre– samiento de Jos tres transportes del convoy; esperamos que caiga el resto con igual facilidad; y repito a usted lo que le dije en mi última confidencial, usted parece que es la estrella de fortuna de Chile. Estoy deseoso de saber la ocupación de Talcahuano, porque debo suponer en aquella plaza la tripulación y tropas, que venían en Ja María Isabel, de cuyos detalles en el apresamiento nada me ha dicho usted. Este es el momento de afligir á los limeños, y de poner en contribución á los pueblos de toda su costa. En vano se tocan, aquí arbitrios, no es posible sacar plata, éste es el enemigo poderoso que tenemos que vencer. Para el apresto de las fragatas me ha pedido ya Zañartú treinta y tres mil quinientos pesos; todos son ahogos en este maldito ren– glón. No hay otra novedad. Dé usted mis afectos á nuestros amigos O'Higgins y Balcarce y mande en el más cordial, con que es de us– ted íntimo amigo y seguro servidor. Juan Martín de Pueyrredón.

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