La expedición libertadora

350 Por muy rápidamente que se fije la consideración sobre la moral de esa capital, y demás provincias sujetas aun a la jurisdic– ción de V. E., se divisa un campo preparado a convulsiones políti– cas, y porción de elementos que me es fácil mover para transtor– nar el orden actual de sus gobiernos, para suscitar conspiraciones simultáneas, y conmoverlo todo contra los mandatarios españo– les. Los ensayos repetidos desde 1809 en La Faz, Cuzco, Arequipa, Costa Occidental y las fermentaciones sofocadas en el corazón de ese pueblo abonan la previsión del menos avisado, pues que la sangre derramada de los innovadores no ha hecho otra cosa que apagar morr.entáneamente el fuego que se ha renovado en el pecho de todo americano. Si V. E. ha sentido inmediatamente Ja situación difícil en que está colocado, y penetra Ja extensión a que pueden dilatarse Jos recursos de dos Estados íntimamente unidos, la preponderancia de sus ejércitos, Ja solidez que da el triunfo a sus relaciones exterio– res, y en una palabra la desigualdad en la lucha que le amenaza; nadie sino V. E. será responsable a la humanidad y a esos infor– tunados habitantes de los efectos de la guerra, que será indispen– sable si V. E. no adopta el partido que aconseja la prudencia, la justicia y la necesidad. Convóquese a ese ilustrado vecindario, repre– séntensele de buena fe los deseos calurosos de los gobiernos de Chile y Provincias Unidas, óigaseles en la exposición pública de sus derechos, decida el pueblo bajo los auspicos de V. E. la forma de gobierno que conviene a sus intereses adoptar, escúchese igual– mente con verdadera libertad a las demás provincias sujetas por la fuerza, y sus deliberaciones espontáneas serán Ja suprema ley a que sujetaré mis operaciones ulteriores, según me está prevenido por mi gobierno. Con este paso u otro equivalente previene V. E. los males de Ja guerra civil y Ja destrucción de las fortunas, fijando así los pre– liminares de una transacción pacífica que restablezca las relacio– nes amigables de este continente. De otro modo los ejércitos uni: dos destruirán las restricciones que V. E. imponga, y abrirán el paso a la prosperidad de esos pueblos, que huye cada día más ba– jo el sistema actual de su administración. Cuando V. E. recuerde Jos medios que poseo para adelantar Ja obra, yo creo hará justicia al candor de mis sentimientos; anhe– lo sólo al bien de mis semejantes, procuro el término de la guerra, y mis solicitaciones son tan sinceras a este sagrado objeto, como

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx