La expedición libertadora

358 EL VIRREY PEZUELA CONTESTA A SAN MARTIN SUS OFICIOS DEL 11 DE ABRIL. OTROS OFICIOS ENTRE AMBOS Lima, 11 de junio de 1818. (197) Señor don José de San Martín. Muy señor mío y de mi particular atención: . La victoria de que usted me habla en carta de 11 de abril último ganada el 5 por las tropas de su mando en los campos de Maipo sobre las de nuestro soberano se la facilitaron causas demasiadamen– te notorias para que haya necesidad de atribuirla a la llamada suerte de las armas. Confié, y el suceso del 19 de marzo lo acredita que la expedición que dirigí a la reconquista de ese reino llenaría el objeto de su misión, pero no ha sucedido así, y ya que esta última desgra– cia, tal cual haya sido en la realidad, ha puesto en manos de usted un crecido número de prisioneros, me complazco al verle dispuesto a tratarlos con la humanidad que expresa. Algún recelo podría ins– pirar, no obstante Ja injuriosa suposición de que si se hubiesen cambiado las situaciones, nuestras tropas habrían ejecutado en sus soldados un horrible trato, conforme a las bárbaras órdenes de su jefe. Tan atroces calumnias no están bien en la pluma de todo hom– bre bien complexionado; el general Ossorio en todas partes y en ese mismo reino ha dado pruebas de un carácter decidido hacia la compasión en favor de sus desventurados semejantes; y el trato que aqui se les ha dado siempre a los prisioneros hechos en el Alto Perú es un comprobante de que una conducta contraria no Je ha– bría sido aprobada por sus jefes superiores; cuan diferente, por cierto, el que experimentan los de las tropas del rey en todos los puntos en que han tenido la fatalidad de caer bajo el poder de los que se esfuerzan para sustraerse de su autoridad y establecer un go– bierno independiente de ella, los arreglados socorros que reciben los unos, y la desesperante miseria y la absoluta destitución a que están condenados los otros, marca bien la distancia que hay entre un padre que quiere reducir a sus hijos a la razón y al deber, y estos mismos hijos que pretenden eximirse de su obediencia a fuer– za de furor y despecho. Tal es el contraste, que hasta hoy ha esta-

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