La expedición libertadora

409 La fortuna nos está com idando a poner la última mano a la libertad de América. Ayer ha llegado a Valparaíso la corbeta de gue– rra inglesa Slaney, procedente del Callao con treinta días de na– vegación, y dice que a las pocas horas de haberse retirado nuestra escuadra del bloqueo de aquel puerto, entró en él la fragata mer– cante que venía convoyada por los marinos españoles, interesada en un millón y medio de pesos. Este accidente es tanto más lamen– table cuanto que acá, para los dos, Cochrane tenía órdenes positi– vas de no moverse del Callao. Aquel buque dijo en Lima que el na– vío San Telmo perdió en el Cabo de Hornos el timón y una gran par– te de la popa, por cuya razón, y viéndoie en tan mal estado, la fra– gata Mercante se separó de él, creyendo que se había ido a pique o que tendrá que tomar puerto donde los vientos lo lleven . La fragata Prueba, parece que fué el buque que avistó a nuestra escuadra de– lante del Callao, y que observando el puerto bloqueado se drigió a Paita. De allí informó de su llegada al Virrey, quien le remitió víveres, y órdenes para procedc1· para mayor seguridad a Guayaquil, don– de es probable haya entrado. Al día siguiente de haber abandonado nuestra escuadra el bloqueo, despachó Pezuela el bergantín Potrillo a Valdivia, con víveres para el navío, suponiendo que hubiese podido arribar allí. Ya usted ve, querido amigo, que la suerte se nos presenta pro– picia y que a usted le proprociona una ocasión y un motivo justo pa– ra resistir la orden de su Gobierno. Sin ia libertad del Perú, usted está convencido que no podemos salvamos; y ahora, este es el mo– mento de venir usted a Chile con esas tropas seguro de que a los dos meses estamos en camino para lograr el objeto tan deseado. Aun cuando supongamos que el navío San Telmo haya podido to– mar puerto enemigo en ei Pacífico, mientras se refacciona y se reune a los otros barcos del Callao, nosotros tenemos la superiori– dad marítima. Así, pues, venga usted, mi amigo; vuele y se coro– nará la obra. Hace cuatro días que estoy bastante indispuesto, por cuyo mo– tivo no escribo a usted como acostumbro, de mi puño. Ya hoy me siento muy aliviado. Aguardo con la mayor impaciencia la venida de usted, de quien se repite afectísimo amigo y compañero. Bernardo O'Higgins. P.D.- Remi to a usted Jos papeles públicos.

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