La expedición libertadora

433 verría y Borgoño en unión del Director para el examen. Sus obser– vaciones deben ser presentadas pasado mafiana a la noche, en el concepto que la compañía está dispuesta a rebajar hasta donde sea posible. Usted conoce el carácter de los proponentes, su liberalidad y su amistad por el país y por usted. Entre las dificultades que apun– taron algunos amigos, las principales fueron: si usted aceptaría el mando de la expedición, si el gobierno de Buenos Aires concurriría a ella con alguna suma, y con cuanto, y si podía contarse con la di– visión del ejército de los Andes existente en Mendoza, respecto a que por diciembre puede repasar las cordilleras. Sobre ninguno de estos puntos pude dar contestación decisiva; sin embargo, dí a entender que siendo hasta aquí el óbice puesto por. usted solamente el de la falta de aprestos, creía que si la propuesta era realizable a juicio de usted, no trepidaría en tomar el mando de la expedición; en cuanto a la suma, si se pudiese contar con los fondos actuales del ejército de los Andes aquí y en Mcndoza y con cien mil pesos que nos remitiesen de Buenos Aires para octubre y· los cien mil restantes de la contribución de este Estado, que no se incluyen para pago de la compañía, estimo una suma suficiente para los aprestos de maestranza y fondo de una caja militar, mucho más si nuestro desembarco hubiese de ser en Moquegua. Otra dificultad se ofrece, y es la de sostener siete mil hombres en Chile hasta enero. Para mover una expedición de cuatro mil hom– bres en este país, sin dejarlo desguarnecido; es necesario, en verdao, contar con la fuerza de siete mil, y si se hubiese de expedicionar, con seis mil hombres: esta fuerza es poco menos que imposible sostener– la, pero no así siete mil, siempre que esté usted a su cabeza. Si la expedición se prepara con calor, los extranjeros facilitarán a usted en empréstito lo que necesite y si no lo facilitaren, no será difícil en– tretener al soldado con la esperanza de un gran botín y del pago de todos los descuentos. Tal vez me lisonjeo con sueños alegres, pero en mi juicio yo no hallo otra alternativa que perecer en anarquía o buscar un baluar– te de nuestra independencia en el Perú. La situación de las Provin– cias Unidas y Chile es virtulamente la misma en que nos hallamos antes de restaurar este país: o atravesar los Andes o perecer oprimi– dos por la miseria y por los enemigos. La fortuna auxilia: salvemos el precipicio. Digo ahora lo mismo: o conquistar a Lima o preparar– nos a luchar con los enemigos exteriores, y envolvernos en guerras civiles, resultado necesario de nuestra debilidad, de nuestra pobre– za y de nuestras pasiones. He dirigido ésta a usted por un extraordinario para dar a us-

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